Pocos años más convulsos ha vivido España que 1808. Unos meses antes, en el Tratado de Fontainebleau, Napoleón había introducido sus tropas en la península Ibérica con la teórica intención de marchar hacia Portugal. Sin embargo, una vez hollado territorio luso, las huestes del general corso ocuparon poblaciones españolas como Barcelona, Burgos, Salamanca, Pamplona o San Sebastián.
La invasión era una realidad y Bonaparte se hizo con el control de la monarquía española, especialmente a través del primer ministro Manuel Godoy, un verdadero títere en manos del Emperador. La tutela se hizo total en las Abdicaciones de Bayona, en las que Carlos IV y Fernando VII renunciaron al trono de España en favor de Napoleón. Este, a su vez, cedió la corona a su hermano José I.
El pueblo, no obstante, no se quedó de brazos cruzados ante la usurpación francesa y se rebeló en el Motín de Aranjuez y más adelante en el levantamiento del 2 de mayo en Madrid. Aquellos hechos constituyeron la primera reacción española frente a la ocupación francesa.
La organización de un ejército
Fue ya en el verano de 1808 cuando la oposición española comenzó a organizarse a nivel militar. Las improvisadas Juntas de Sevilla y Granada empezaron a reclutar tropas con el objetivo de cortar el paso de los franceses en Sierra Morena. Se formaron dos ejércitos, uno con Teodoro Reding al frente y el otro comandado por el general Francisco Javier Castaños.
El rival era la tropa del general francés Dupont, que se dirigía al sur con órdenes de Napoleón de llegar hasta Cádiz. Por el camino había saqueado Córdoba, además de otras pequeñas poblaciones.
Lo cierto es que el encuentro entre ambos contingentes se produjo con relativa sorpresa para los dos generales al frente, ya que Dupont movió sus tropas hacia Bailén sin previo aviso y no esperaba encontrar al ejército de Reding y Castaños en la localidad jienense. Esta circunstancia, sumada al hecho de que el choque de ambas escuadras se produjo en plena oscuridad sobre las tres de la madrugada, hizo que el inicio de la batalla fuera especialmente confuso.
La batalla
Los españoles, algo superiores en número a la hueste napoleónica, se apresuraron a formar la línea defensiva para recibir el ataque francés. Por otra parte, varios destacamentos de Castaños tomaron el cerro Haza Walona, una posición estratégica en el campo de batalla.
Los españoles resistieron el primer envite francés por reconquistar el cerro, pero a la segunda intentona, cuando Dupont envió a la caballería para cumplir tal cometido, las tropas de Castaños se vieron obligadas a retirarse. No obstante, los franceses, en vez de sostener la posición, también se replegaron. Todo gracias a una pequeña unidad mandada por un teniente que, gracias a la frenética actividad de sus hombres y al uso engañoso de los toques de trompeta, hicieron pensar a la caballería de Dupont que se encontraba ante una mayor oposición de la real.
La batalla, entonces, se recrudeció en el centro, donde ambos ejércitos sufrieron notables bajas, los franceses por la falta de artillería y los españoles por algún que otro error táctico fruto de su ansia por encararse con las tropas de Dupont.
El calor apretaba con el sol andaluz de julio, por lo que la intervención de las mujeres de Bailén llevando cántaros de agua a los soldados españoles fue sin duda clave para que el ejército de Castaños mantuviera el frente sólido.
Rendición francesa
Finalmente, después de cinco intentos de los franceses por superar la línea rival, Dupont supo que el día estaba perdido, mucho más después de que un contingente de tropas españolas de refuerzo asomara por su retaguardia. El ejército de Napoleón contó más de 2.000 bajas y casi 18.000 prisioneros: una victoria total para Castaños, la primera que cualquier general hubiera conseguido jamás contra tropas del Emperador en campo abierto.
La guerra contra el invasor francés aún se prolongaría seis largos años más, en un conflicto donde la guerra de guerrillas, además de los múltiples frentes a los que debía atender Napoleón en Europa, acabaría siendo clave. Finalmente, España, Gran Bretaña y Portugal se unieron para expulsar a las tropas galas, sin duda las mejores de la época, de la península Ibérica.
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