¿Cómo se perdió el mayor centro de saber que ha conocido la humanidad?
La Biblioteca de Alejandría fue el centro cultural en torno al cual giraba toda la vida intelectual del helenismo. Esta institución reunía la mayor recopilación de escritos hasta la fecha, así como gran cantidad de instrumentos de investigación y documentos del mundo antiguo. De esta forma, los investigadores más importantes de cualquier materia debían acudir a este lugar para ahondar en sus estudios y afinar sus conocimientos. Es, a todas luces, uno de los mayores monumentos al conocimiento, cuyo esplendor ha impresionado a todas las civilizaciones a lo largo de los tiempos. La Biblioteca se erige como una de las instituciones más importantes creadas por el ser humano, debido a su extraordinaria congregación de sabiduría. Además, la crónica de la Biblioteca es un recorrido por los episodios más decisivos de la historia de este período que involucra a las fuerzas políticas, imperios y culturas más prominentes del momento.
Tanto la Biblioteca como el Museo de Alejandría tuvieron su época de esplendor en el período regentado por la dinastía ptolemaica. La creación y la proyección de estas instituciones se deben al reinado de los Ptolomeos, los cuales impulsaron tales instituciones dedicadas al conocimiento debido al interés por reconocer su tradición y legitimidad en la cultura helénica. Lo que se pretendía era legitimar su potencia política con una autoridad cultural y prestigio de fuerza correspondiente. Esto propició la extensión de la cultura, a lo cual se sumó la gran cantidad de recursos que guardaban y la concurrencia de personalidades destacadas en historia, poesía, filosofía, filología, medicina y ciencia de la época.
Con la muerte de Cleopatra, última de la dinastía ptolemaica, empieza la decadencia de la Biblioteca y el Museo. Este proceso se prolongó hasta el siglo IV d.c. Por un lado, el deterioro se acentuó debido a las circunstancias políticas acontecidas en una ciudad que ya no gozaba de la posición de capital del Estado central en la geopolítica del momento ni de independencia. Por otro lado, tras la anexión de Egipto al Imperio romano por el emperador Augusto, la biblioteca permaneció tantos años porque aún mantenía el prestigio de tiempos pretéritos y era admirada por los romanos como un monumento notable.
Hipólito Escolar en su obra La Biblioteca de Alejandría califica de leyenda al episodio en el cual la Biblioteca se incendió durante la Guerra de Alejandría en la que César quemó sus propios barcos del puerto para que los egipcios comandados por Aquilas no se pudieran apoderar de ellos y los empleasen en su favor. Este suceso puede ser verdadero, pues es verosímil ya que el incendio se pudo extender a tierra, pero no hay datos concluyentes. Hay que mencionar que en la obra Guerra Civil César no alude al incendio de la Biblioteca, pero sí a la quema de los barcos. Asimismo, Hiricio en La Guerra de Alejandría tampoco menciona el incendio de los libros, es más, Hiricio habla de la incombustibilidad de los edificios de piedra de la ciudad. La quema de las embarcaciones del puerto no incendió la Biblioteca.
Es Séneca en De Tranquillitate Animi el que dice que “cuarenta mil libros ardieron en Alejandría” a raíz de la acción bélica. Hay que resaltar que Cicerón, Estrabón ni Lucano mencionan nada del incendio de libros. Posteriormente, Plutarco en Vida de César declara que el fuego se propago desde los barcos a la Biblioteca. Otros autores que hablan del incendio son Aulo Gelio, Dion Casio y Amiano Marcelino, pero con diferentes versiones.
La leyenda de los libros quemados en la Guerra de Alejandría parece que se debe al término de la dinastía ptolemaica, ya que la destrucción de una institución tan relacionada con ella representa la situación de su final. Escolar asegura que el incendio no afectó a los edificios de la Biblioteca y ni siquiera a los libros. En todo caso, se quemaron algunos rollos depositados en el puerto.
De lo que no cabe duda es que el final del período helenístico supuso una crisis para la Biblioteca y el Museo en consonancia con las vicisitudes sociopolíticas. No obstante, estas instituciones se sobrepusieron a las circunstancias recuperando una actividad tan destacada como la anterior. En ese momento, los emperadores ocuparon el lugar de protectores y promotores de estos recintos emblemáticos, resaltando la ayuda del emperador Adriano. Sin embargo, el sostenimiento económico fue disminuyendo con el tiempo.
La Biblioteca de Alejandría fue perdiendo su centralidad cultural, y se fue deteriorando poco a poco por causa de diversos incidentes que responden a las coyunturas políticas que se sucedieron. Entre los innumerables acontecimientos que la pudieron afectar destacan:
En el siglo II Trajano reprimió con violencia una rebelión de los judíos contra él.
En la segunda mitad del siglo III se dieron luchas agravadas por problemas políticos y militares de los emperadores y una mala circunstancia económica.
En el año 265 d. c. Mussio Emiliano, prefecto de Egipto, se proclamó emperador y dejó de transportar provisiones a Roma. Consecuentemente, el emperador Galieno tomó la ciudad por la fuerza. La violencia empleada causó daños en ésta.
En el año 272 d.c. Alejandría quedó devastada, especialmente el barrio principal -aquel en el que se encontraba la Biblioteca-, por la operación de Valeriano al recuperar Alejandría del reino de Palmira. Esto se debe a que, previamente, Galieno (antecesor de Valeriano) permitió la entrada de las tropas de la reina de Palmira para honrar al rey Odonato por detener el ascenso del imperio Sasánida.
En el año 297 d.c. Diocleciano, tras un asedio de ocho meses, volvió a conquistar la ciudad que se encontraba en rebelión. Este incidente supuso, según Escolar, la gran destrucción del barrio Bruquion (el principal) que damnificó severamente a la Biblioteca.
En el siglo IV Constantino trasladó la capital a Bizancio y por el Edico de Milán (313) legalizó el cristianismo, el cual se extendió. Constantinopla adquirió la hegemonía cultural y ensombreció a la vieja Alejandría cuyos monumentos se alejaban de las creencias de sus habitantes.
Escolar firma que, en este mismo siglo, tras la expansión del cristianismo por el pueblo egipcio, creció un sentimiento nacional (con una lengua propia: el copto) que se enfrentaba a lo pagano y a lo griego, para ellos símbolos del poder represor.
Entre los años 375-395 Teodosio gobernó el imperio y, por el Edicto de Tesalónica (380), el cristianismo niceno (opuesto al arrianismo) se erigió como religión oficial del imperio.
En el año 391, tras una tensión prolongada y constantes disturbios entre cristianos y paganos, el patriarca Teófilo adquirió del emperador una autorización para la destrucción del Serapeo, el gran templo de la cultura de la dinastía ptolemaica, el cual era un santuario de culto a Serapis. Éste era considerado como un símbolo de la persecución a los cristianos.
Hay quien mantiene, no sin controversia, que la Biblioteca perduró hasta la conquista por parte de los musulmanes, que en el año 641 invadieron Alejandría. Según cuenta Alí ibn al-Kiftí (1172-1248) el general conquistador Amrú preguntó al califa Omar por una autorización para el uso de los libros incautados. Ante esto el califa respondió la célebre sentencia: “si el contenido está de acuerdo con la doctrina del Corán, son inútiles, y si tienen algo en contra, deben destruirse”. Así, se quemaron los libros y se destruyó la Biblioteca.
Por otro lado, también hay quien afirma que en ese momento ya no existía la Biblioteca, pues fue destruida con anterioridad por las contiendas militares y el fanatismo religioso. Aún no se ha podido dar una respuesta concluyente a lo verdaderamente acontecido con la Biblioteca de Alejandría.
Es más que improbable que la biblioteca haya sobrevivido hasta la conquista musulmana y que, por consiguiente, la supuesta destrucción por parte de los musulmanes no sea más que una leyenda. Sin embargo, debido a que historiográficamente no hay una conclusión apodíctica sobre la desaparición definitiva de la biblioteca de Alejandría, hay que tener en cuenta los principales documentos de la temática en cuestión, aunque sea para ponerlos en duda. Por este motivo hay que, cuanto menos, mencionar lo narrado por Alí ibn al-Kiftí al respecto (Escolar 2001, p. 123).
Escolar considera que se pudo dar el caso de que buena parte de los fondos de la Biblioteca sobrevivieran a las acciones militares del siglo III, y que los libros de la segunda Biblioteca, esto es la del Serapeo, hayan sido transportados y resguardados en otro sitio a pesar de la destrucción del templo. Esto se debería al carácter de Teófilo de “hombre muy culto y degustador de los escritos clásicos”. También hay que añadir que la persecución de los cultos y la destrucción de los templos, en general, no implicó la persecución de las personas.
Sin embargo, este no fue el caso de Hipatia, pues fue asesinada en el año 415 arrastrada por la calle hasta una iglesia donde la golpearon hasta la muerte. Este homicidio contra la “idolatría pagana” por parte de los nacionalistas cristianos se debió a la amistad de Hipatia con el entonces prefecto de Alejandría, Orestes, el cual se había enemistado con Cirilo (sucesor de Teófilo).
La desaparición de la biblioteca no supuso la desaparición del conocimiento ni de las colecciones de libros. Además, los daños más severos fueron los producidos por la destrucción del barrio de Bruquión por parte de Diocleciano a finales del siglo III para conquistar la ciudad sublevada. No obstante, e incluso siendo la hipótesis más plausible, no se puede determinar con exactitud que la acción supusiera la destrucción definitiva de la biblioteca. Asimismo, como se ha mencionado, el Serapeo logró sobrevivir a la biblioteca madre y dicho templo contuvo también en una biblioteca filial y centro de investigaciones antes de la desaparición de la primera. Lo que Teófilo destruyó y convirtió en iglesia fue el Serapeo, que posiblemente era la única biblioteca que quedaba.
Para acabar, hay que resaltar el carácter polémico acerca de la realidad histórica de la definitiva destrucción de la Biblioteca de Alejandría. Aquí nos hemos limitado a recoger las consideraciones más relevantes y extendidas sin pretender concluir la cuestión ni rebatir la veracidad de los hechos, más allá de lo que algunos autores (en los que nos apoyamos) discuten. Asimismo, hay que aclarar que el ambiente cultural posterior al de aquel que tuvo a la Biblioteca de Alejandría como centro, y el paso a la Edad Media, no supusieron una época de esterilidad intelectual ni de homogeneidad de pensamiento. Además, las teologías cristiana y musulmana no rompieron con el pensamiento griego, sino que, más allá de las polémicas relativas a las coyunturas histórico-políticas, lo integraron añadiéndole temáticas propias.
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