El poeta inglés, cumbre del romanticismo, murió prematuramente el 19 de abril de 1824 en Grecia, donde anhelaba combatir junto a los insurrectos griegos
La tarde del 19 de abril de 1824, hace 189 años, lord Byron (Londres, 1788) abrió los ojos súbitamente e inmediatamente los cerró para expirar a los 36 años de edad, en Messolonghi, al oeste de Grecia. El poeta inglés, una de las principales figuras del romanticismo, había viajado al país heleno en el verano de 1823, procedente de Génova, para luchar por la independencia de Grecia, entonces parte del Imperio otomano, y también para reencontrar el camino hacia la felicidad. Su cojera congénita nunca fue un impedimento para Byron, que viajó por toda Europa, incluso por España, presa de un espíritu inquieto y rebelde.
A mediados de febrero de 1824, lord Byron sufrió un ataque epiléptico debido a su creciente adicción a las bebidas espirituosas y a su inestabilidad física y emocional. El 9 de abril, diez días antes de su muerte, salió a cabalgar en compañía del conde Pietro Gamba, a pesar de las recomendaciones de su médico, cuando ambos se vieron sorprendidos por un fuerte aguacero. A partir de entonces permaneció postrado en la cama en un estado febril que desconcertó a sus médicos. El ambiente húmedo y malsano propio de las lagunas circundantes parecía exacerbar su enfermedad.
Los tratamientos a los que fue sometido son un reflejo de la rudimentaria medicina de la época. Se le practicaron numerosas sangrías, con el bisturí y con sanguijuelas adheridas a las sienes, pero estos procedimientos no consiguieron purgar la sangre corrupta, sino que más bien precipitaron su muerte. Lord Byron no pudo cumplir su sueño de combatir junto a los insurrectos griegos, pero en Grecia sigue siendo recordado como un héroe. En su sátira La maldición de Minerva (The Curse of Minerva), Byron critica duramente el expolio que realizó lord Elgin en el Partenón de Atenas.
El cuerpo de lord Byron fue trasladado a Inglaterra y enterrado en la iglesia de Santa María Magdalena, en Hucknall, en el condado de Nottinghamshire. En 1938 se abrió su ataúd para comprobar el estado del cadáver. En su libro Byron y donde está enterrado, el clérigo Thomas Gerrad Barber, que estuvo presente, explica lo siguiente:
«Reverentemente, muy reverentemente, levanté la tapa, y ante mis ojos yacía el cuerpo embalsamado de Byron en perfectas condiciones como cuando fue depositado en el ataúd hace 114 años. Sus facciones y su cabello eran fácilmente reconocibles por los retratos con los cuales estaba tan familiarizado... Tenía los pies y los tobillos descubiertos y pude comprobar que su cojera se localizaba en el pie derecho».
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