Tienen con nosotros un débito aún vigente y, si las cosas fueran justas, nos deberían abonar como mínimo tres billones de dólares
No importa la lentitud con la que avances, siempre y cuando no te detengas.
Confucio
A finales del siglo XVIII, se produce la Guerra de Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica (1775). Mientras, España y Francia ven la oportunidad de recuperar lo perdido tras la derrota en la Guerra de los Siete Años (1754). Desde los inmensos territorios de España en los actuales Estados Unidos, Carlos III, decide intervenir. Su ayuda a los rebeldes de las Trece Colonias británicas, desembocará en su independencia. Sin embargo, la ayuda española a la independencia norteamericana, no fue reconocida. Indudablemente, un injusto trato, que intentamos rescatar del olvido en este audio: Estados Unidos. Una deuda con España.
Audio 066, Estados Unidos. Una deuda con España:
Bernardo de Gálvez.
La historia de la ayuda militar española se condensó en la figura de Bernardo de Gálvez y en la Batalla de Pensacola. Pero hubo más protagonistas. Matías de Gálvez, Francisco Solano, Luis de Córdova, Francisco Saavedra, Diego Gardoqui, Juan de Miralles, y tantos otros personajes. Por lo tanto, no les olvidamos en el capítulo de hoy. Tampoco la ayuda militar y económica española, decisiva en el desenlace de la guerra.
Ocurrió, que un almirante español, un marino de talla excepcional llamado Luis de Córdova, hacia el año 1780 en un audaz golpe, les levantó una cincuentena de naves de transporte y algunas fragatas en lo que históricamente se ha dado en llamar, el asalto al Doble Convoy.
Este convoy iba a dividirse a la altura del Cabo Santa María al día siguiente para tomar rumbos diferentes, parte iría a la India y la otra mitad con armas, soldados, vituallas y armamento a combatir a los insurgentes. Un millón de libras esterlinas en lingotes de oro, cambiaron de manos en un abrir y cerrar de ojos y los habituales especialistas del descuido y la bandera de la calavera, quedaron expuestos a la más atroz desnudez.
Los ingleses nunca pierden, ante una situación de extinción nacional, siempre se han aliado con quien hiciera falta para sobrevivir
La derrota infligida ni siquiera figura en la Wikipedia británica. En román paladino, el balance de aquel varapalo supuso para los altivos británicos una tragedia de proporciones apocalípticas. El desastre logístico superó con creces el endosado por los alemanes durante el tránsito del trágicamente famoso convoy PQ 17 con suministros para los rusos a través del ártico durante la II Guerra Mundial.
Por supuesto, que nadie se desespere si no encuentra una cita sobre esta asombrosa hazaña, increíble por la magnitud de su osadía, pues no hay referencia alguna en el Imperial War Museum de Londres. Los ingleses nunca pierden, ante una situación de extinción nacional, siempre se han aliado con quien hiciera falta para sobrevivir. Lord Palmerston, primer ministro, allá a mediados del siglo XIX, en su momento en una enrevesada frase que simplifico aquí, vino a decir que “Inglaterra no tiene amigos, sino solamente intereses “; y se quedó tan ancho.
Pero es que ni siquiera se hace mención de la paliza a la que sometió a once naves adversarias El Glorioso de Pedro Mesía de la Cerda, ni que Nelson (un gran activo militar y extraordinario marino), genial estratega y líder muy respetado de entre nuestros seculares adversarios, perdió dos batallas y su vida contra los españoles recibiendo un correctivo antológico en Tenerife y otro en el que se dio a la fuga cuando venía de Egipto tras la debacle francesa de Abukir. En fin, podíamos seguir enumerando las invasiones a las que sometimos a sus islas de la plataforma continental, el incendio de Gravesend (puerto antiguo de Londres), y un largo relato de incursiones de los castellanos antes del siglo XVI, por los muy aficionados habitantes de la meseta a vapulear a los rubicundos sajones. No, nadie verá alusión alguna a estas u otras muchas derrotas infligidas a los amnésicos vecinitos con cara de vírgenes ultrajadas cuya peculiar historia se cuenta por victorias. Los romanos, griegos, persas, y nosotros mismos, al menos teníamos vergüenza y en los relatos históricos se mezclaban verdades duras de asumir intercaladas con algunas derrotas que nos dignificaban.
Los norteamericanos, obligados a pagar a tocateja los suministros y provisiones que les aportaban los franceses y españoles tuvieron que dar un giro copernicano a sus finanzas
Afortunadamente, las sucesivas revisiones históricas más recientes (incluyendo a historiadores ingleses, cosa que les honra) de a poco los va desnudando de su sibilina conducta. Cabreados como estaban tras el duro revés sufrido a la altura del Cabo Santa María, y para endurecer más la guerra si cabe, les castigaron a los levantiscos norteamericanos sin postre; esto es, sin opciones de uso de la antaño moneda común, la libra.
Y en este punto, es donde se abre la Caja de Pandora. Los norteamericanos, obligados a pagar a tocateja los suministros y provisiones que les aportaban los franceses y españoles tuvieron que dar un giro copernicano a sus finanzas. ¿Y qué ocurrió? Pues vamos a por ello.
En mayo del año 1775, el congreso se vio en la tesitura de adoptar una nueva moneda y habida cuenta de que España ocupaba prácticamente la mitad del actual territorio norteamericano, optaron por el llamado peso o dólar; el real de a ocho o también llamado pieza de a ocho; que en relación con la libra esterlina valía cuatro peniques y seis chelines. Además, era una moneda de amplísima difusión pues toda el área circundante a las trece colonias y la entera América Latina, la manejaban.
las Trece Colonias estaban inundadas de nuestra moneda (que coexistía con la libra hasta su defunción)
Introducir en el mercado un valor nuevo tras un shock casi traumático, después de una guerra tan brutal, obligó a las autoridades de las trece colonias a buscar un valor muy seguro y estable. La moneda española del real de a ocho, era una referencia monetaria incuestionable, las Trece Colonias estaban inundadas de nuestra moneda (que coexistía con la libra hasta su defunción) y el prestigio que acompañaba su depurado contenido en plata, convirtió al futuro dólar norteamericano en un neonato de buen ver.
Total, que en menos de 24 horas el llamado “dólar español” se puso en circulación sin mayores tropiezos. La españolización de la palabra thaler, un lugar de Bohemia donde nosotros acuñábamos en aquella época nuestras monedas, se impuso en la jerga local, y así, hasta hoy. El signo del dólar como es sabido, lleva dos intersecciones verticales que lo cruzan y en ellas se veía reflejado el lema latino (romano), Plus Ultra. De esta forma, Estados Unidos adoptó nuestra moneda y de paso les hizo la peineta a los británicos cuando abandonó el sistema decimal.
Tomada la decisión, la paridad del dólar norteamericano se vinculó a la moneda española sin dificultad alguna a través de un edicto universal puesto en marcha por el gobierno trasatlántico y el «spanish dollar», cuyo nombre se perpetuó en el tiempo, convivió largos años con el «dollar» norteamericano. Curiosamente, de entre ambas monedas, durante el periodo de circulación que compartieron –unos 80 años sin incluir el periodo previo a la guerra –, circularon con el mismo valor en pacífica convivencia, aunque en los emancipados Estados Unidos y a pesar de ser idéntico el valor nominal, preferían la moneda española por su mayor contenido en gramaje de plata. En 1857, alegando que este valor no era acorde con las leyes vigentes sobre la materia de acuñación local, se prohibió su uso. El problema radicaba en que había un mercado negro para fundir las monedas españolas y la plata residual, daba muy buenos dividendos; por ello, las autoridades federales norteamericanas decidieron cortar por lo sano ante la picardía creciente de sus ciudadanos.
El control de las rutas habituales por parte de la flota combinada hispano francesa generó enormes dificultades en el tránsito comercial
Aunque es más cierto decir que la moneda española (el dólar español lo era en principio con sus 24 gramos de peso) la más universal que existía –curiosamente el actual dólar en sus últimos estertores los sigue siendo –, circulaba en las Trece Colonias británicas de América del Norte como Pedro por su casa antes, durante y después de la independencia.
Ya entrada la guerra de independencia norteamericana, el control de las rutas habituales por parte de la flota combinada hispano francesa (Pactos de Familia entre Borbones de ambos lados de los Pirineos) generó enormes dificultades en el tránsito comercial y militar de las naves británicas y, en consecuencia, era más fácil abastecerse de los acreditados reales de a ocho acuñados en la famosa Ceca de México.
La moneda española, como los territorios que van desde la diagonal de Oregón a Florida, el idioma español, nuestra herencia cultural, los territorios de ultramar (Cuba, Puerto Rico, Filipinas y otros), todo ello, fue fagocitado por la insaciable voracidad a la que equivocadamente hemos llamado el “amigo americano”. Por si el tema no fuera irónicamente poético, pues los agravios de esta nación hacia la nuestra son innumerables, añado otro botón como muestra.
Los suministros en material de guerra, los préstamos en dinero contante y sonante y la inestimable ayuda de Bernardo de Gálvez en la lucha por la independencia de Estados Unidos han sido sepultados por la indiferencia y el olvido.
¿Ha prescrito esa deuda? Conforme al derecho internacional y hasta donde este lego en la materia entiende, la Academia de Jurisprudencia y Legislación de este organismo dice taxativamente que en la tradición anglosajona y en la española, no se prevé la extinción de una deuda de estas características. Esta deuda, es plenamente vigente, y si añadiéramos solo un 5% de intereses a la cifra original, estos dignos alumnos de los ingleses, nos deberían de abonar como mínimo tres billones de dólares (he dicho billones), esto es, el doble del actual PIB español.
Lo del “amigo americano” es una mamandurria que viene impuesta por la 'realpolitik'
Es evidente que nuestra nación no tiene capacidad política ni peso militar como para reclamar esta cantidad. Lo del “amigo americano” es una mamandurria que viene impuesta por la 'realpolitik' y a pesar de que jurídicamente la reclamación estuviera ajustada a derecho ¿quién es el osado que les reclama la “pasta” ? En mi opinión, siempre es saludable saber con quién no hacer tratos, pero parece que nos va la marcha…
Según Nixon, Kennedy y Obama, uno de los grandes errores de la historia de su nación en lo referente a su pasado, ha sido la falta de reconocimiento a la realización de EE.UU en su falta de reconocimiento hacia España. Palabras por cierto muy honorables, pero que podrían ser conjugadas con algunas reparaciones más efectivas y con menos cháchara.
A la vista están los resultados. Hace menos de un año a nuestros agricultores andaluces se les impidió exportar aceitunas a ese país, y nosotros, como somos muy solidarios y “mucho” españoles, seguimos comprando sus famosas bebidas refrescantes y otras zarandajas.
Que Dios nos coja confesados, pues con amigos así, es mejor hacerse ermitaño.
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