Parece ser que nació en Valdeconcha en la provincia de Guadalajara en el año 1542. Su familia era de origen aragonés pues procedían de Monreal de Ariza, dato este importante para el desarrollo de su vida. Fue legitimado por el emperador como hijo de Gonzalo Pérez, uno de los más importantes secretarios de Carlos I.
Su padre Gonzalo había sido ordenado sacerdote en fechas anteriores a ser padre, sus enemigos le acusaron de haber engendrado a Antonio tras su ordenación, acusación siempre negada por Gonzalo pero que empañaría el origen de Antonio. Nunca esclareció quién era la madre del niño, posiblemente la doncella Juana de Escobar.
Sin embargo, seguimos los estudios de Gregorio Marañón quien considera que hay indicios de que Antonio podría haber sido hijo natural del príncipe de Éboli, conocido como Ruy Gómez de Silva, en cuyas tierras se crió y cuya protección recibió en diversas ocasiones, prestándose Gonzalo Pérez a admitir su paternidad como favor al destacado aristócrata.
Antonio Pérez fue educado en las más prestigiosas universidades de su tiempo, como las de Alcalá de Henares, Salamanca, Lovaina, Venecia y Padua.
Su padre, Gonzalo Pérez, le inició en los asuntos de Estado. Antonio fue nombrado, en 1553, secretario del príncipe y posterior rey, Felipe II. El emperador Carlos I abdica en el año 1556 y le deja a su hijo: Castilla que incluye los territorios americanos, Aragón que incluye los reinos italianos de Cerdeña, Nápoles y Sicilia, Borgoña, Países Bajos, Luxemburgo y Franco condado, además del ducado de Milán, convirtiéndose así en el rey Felipe II, y Antonio Pérez continúa como su secretario particular mientras su padre, Gonzalo Pérez, sigue como secretario de Estado.
Gonzalo Pérez muere en el año1566 y su hijo Antonio es hecho secretario de Estado un año más tarde, aunque sus competencias fueron recortadas respecto a las de su padre, haciéndose cargo solamente de los asuntos atlánticos que incluían los Países Bajos, Francia, Inglaterra y Alemania.
Felipe II, desesperado por la lentitud de la justicia aragonesa y porque no esperaba una condena favorable, retiró los cargos y usó un tribunal contra el que los fueros aragoneses y la Justicia aragonesa no podían oponerse, la Inquisición
Durante sus primeros diez años de secretario, Antonio Pérez ejerció una gran influencia sobre Felipe II, el cual normalmente seguía sus consejos reconociendo su inteligencia, conocimiento en los asuntos del Estado e instinto infalible. Esta confianza real le sirvió para conseguir más poder y, como la mayoría de sus contemporáneos, enriquecerse en su cargo.
Antonio Pérez a través de su secretaría tenía acceso a la correspondencia interna. Los asuntos del Mediterráneo quedaron al cargo de Diego Vargas, tras cuya muerte Antonio intentó por todos los medios conseguir asimismo esa secretaría. Esto hizo que Felipe II comenzara a desconfiar de él.
Con el apoyo del marqués de los Vélez y el arzobispo Quiroga, Antonio Pérez pidió para sí la oficina vacante de Vargas en el año 1568, a lo cual se opusieron el conde de Chinchón y todos los que temían al poder de Antonio Pérez. Felipe II concedió finalmente los asuntos mediterráneos e italianos a Gabriel de Zayas.
Ya desde la época de Carlos I existían dos facciones en la Corte española:
El grupo encabezado por Ruy Gómez de Silva príncipe de Éboli, y su secretario Francisco de Eraso.
El grupo encabezado por Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III duque de Alba de Tormes, y el Inquisidor General, Fernando de Valdés.
Tras la muerte del príncipe de Éboli, en el año 1573, Antonio Pérez pasó a encabezar la facción liberal y comenzó su asociación con Ana de Mendoza de la Cerda, princesa de Éboli, siendo provechosa para Antonio por mejorar su relación con la aristocracia, y que benefició económicamente a ambos.
Antonio Pérez reveló a la princesa de Éboli secretos de Estado y juntos traficaron con información gubernamental. En su contra estaban el duque de Alba, los Álvarez de Toledo y el conde de Barajas.
Durante el gobierno de Juan de Austria en los Países Bajos, Antonio Pérez y sus aliados aconsejaban al rey una paz negociada con los rebeldes y una invasión de Inglaterra, consejo que el rey ignoró por el momento, pues no se consideraba preparado para dicha invasión.
Por razones desconocidas, Antonio Pérez jugó con las ya tensas relaciones entre Felipe II y su hermano Juan de Austria e hizo aparecer a los ojos del rey como subversivas las pretensiones de éste acerca de Inglaterra.
Felipe II ya desconfiaba de su secretario, por lo que en el año 1578, Juan de Escobedo, que era primo de la princesa de Éboli, era al mismo tiempo secretario de Juan de Austria.
Que Juan de Escobedo llegara a Madrid con una misiva directa a Felipe II ponía en peligro su posición. No sabía qué asuntos traía a tratar, lo que le intimidaba, no poder intermediar le expondría, no manejar los hilos, le ponía nervioso, le desesperaba. Esto le hizo cometer un grave error.
Escobedo llega a la Corte para explicar la posición de éste al rey, lo cual podía dejar al descubierto a Antonio Pérez y éste lo consideró una amenaza directa a su posición. Antonio Pérez creía que Escobedo podía denunciarlo por dos motivos:
Porque podría descubrir a Felipe II todos los negocios que hacía en su nombre.
Podía descubrir a Felipe II la relación amorosa entre Antonio Pérez y la princesa de Éboli, la gran aristócrata que se había convertido en su aliada.
Por ello, Antonio culpó a Escobedo por las ambiciones de don Juan y aconsejó al rey eliminarlo.
El rey parece que accedió a que Escobedo fuese eliminado. Antonio Pérez primero hizo un intento fallido de envenenamiento. Posteriormente, contrató a un grupo cinco asesinos que acabaron con la vida de Escobedo en Madrid el 31 de marzo del año 1578, era lunes de Pascua. Uno de ellos lo atravesó de parte a parte con su espada, derribándolo de la montura y causándole la muerte instantánea. Los asesinos se enfrentaron con algunos vecinos y los criados de Escobedo, pero consiguieron huir.
Surgió en la ciudad el rumor acerca de su implicación en el asesinato de Juan de Escobedo. Los embajadores extranjeros informaron de que era un problema de damas, pero la mayoría creía consecuencia de luchas de poder.
Esteban de Ibarra que era secretario, apuntaba sus sospechas en Antonio Pérez y dice: “En este negocio hay muchas causas y cosas… si se considera el lugar que Escobedo tenía con el rey y los negocios que por su mano trataban, y las personas con quien los trataba y que le han muerto a los ojos de su amo, necesariamente confesará también que es obra de mas que hombre ordinario, y ejecutada por manos y ánimos que deben tener tan osada determinación”.
En esa fecha, Antonio Pérez tenía 38 años, era elegante y amante de la vida lujosa, aficionado a la pintura y la literatura, al mismo tiempo tenía una gran ambición. Su agudeza, inteligencia e instinto político llamaron la atención de Felipe II. Antonio Pérez aprovechó su posición política para traficar al más alto nivel con influencias y cargos, obteniendo de ello grandes beneficios económicos.
Felipe II intentó en un principio proteger a Antonio Pérez, en parte por su propio sentimiento de culpabilidad y en parte por lo que podía revelar, pero cuando su hermano don Juan murió y sus documentos llegaron a Madrid, descubrió la trama y mentiras de Antonio Pérez, dándose cuenta de que don Juan siempre había sido leal.
Considerándose traicionado, Felipe II empezó a desconfiar de la asociación de Antonio Pérez y la princesa de Éboli, y sospechaba de un tráfico de secretos de Estado.
¿Cuál era el problema entre Antonio Pérez y Juan de Escobedo?
Fueron razones políticas en torno a la guerra de Flandes. Antonio Pérez recomendó a Escobedo que fuera a trabajar con don Juan de Austria y el objetivo era estar totalmente informado de lo que hacía Juan de Austria.
Ambos se hicieron íntimos amigos y Escobedo pasó a defender los planes de don Juan, en el que intentaba llegar a acuerdos d paz con los rebeldes y así liberar a los tercios españoles y preparar la invasión de Inglaterra. Este proyecto era juzgado por Felipe II como temerario y al que se oponía también Antonio Pérez.
Tanto don Juan de Austria como Escobedo sabían que Antonio Pérez estaba negociando de forma secreta en Flandes sin el conocimiento de Felipe II. De saberlo el rey le podía costar su puesto.
Para eliminar ese peligro, Antonio Pérez intentó convencer a Felipe II que su hermano tenía intenciones contrarias al rey y para ello le dijo que lo que buscaba su hermano era la creación de un Estado independiente, con el fin último de ocupar el trono de España.
Algunos historiadores consideran que el rey estaba al corriente de plan y lo autorizó. En el juicio de Antonio Pérez, Felipe II afirmó que Antonio Pérez “sabe muy bien la noticia que yo tengo de hacer el hecho de matar a Escobedo, y las causas que me dijo que había para ello”.
SU DETENCIÓN
Durante los meses siguientes gozó de la protección de Felipe II, que rechazó todas las acusaciones en su contra, como decía un embajador:
“Habiendo su Majestad aclarado que [Pérez] no ha matado a Escobedo, y que de esta calumnia está casi libre”.
Poco después murió en Flandes don Juan de Austria, liberando a Felipe de preocupaciones por ese lado. Los enemigos de Pérez no se dieron por vencidos, especialmente el secretario real, Mateo Vázquez.
Al mismo tiempo, el rey se sentía cada vez más molesto con la princesa de Éboli, gran aliada de Pérez y que al parecer aspiraba a casar a uno de sus hijos con el heredero de la Corona de Portugal y decía:
“No he querido leer los billetes de la señora, porque basta lo que me ofende con sus obras, sin que vea también lo que me ofenda con las palabras”.
Felipe II llegó a la conclusión de que Pérez lo había engañado, que le había hecho creer falsamente en la traición de don Juan para autorizar el asesinato de Escobedo.
Antonio Pérez fue detenido tras salir de su despacho en la noche del veintiocho de julio del año 1579, por medio del alcalde de la corte de Madrid y veinte alguaciles a la casa de Antonio Pérez.
La princesa de Éboli fue puesta bajo custodia, primero en la Torre de Pinto, luego en el castillo de Santorcaz y, finalmente, fue recluida en su propio palacio de Pastrana, donde pasó el resto de su vida.
Antonio Pérez tenía libertad para moverse por Madrid, siendo vigilado por la Corona, pues el rey necesitaba sus documentos, por implicarle a él también en el asesinato de Escobedo.
Los Escobedo y sus aliados, tras presionar en la Corte, consiguieron que Antonio Pérez fuera detenido por segunda vez en el año 1585, bajo los cargos de tráfico de secretos y corrupción, sin mencionar el asesinato.
La causa por la que Pérez fue enjuiciado y como vemos los cargos son por corrupción. El proceso duró once años pero al mismo tiempo se inició una investigación por el asesinato de Escobedo, que acabó con una acusación formal.
Fue encontrado culpable y condenado a dos años de prisión y una multa muy cuantiosa. Reconoció bajo tortura su implicación en el asesinato de Escobedo en el año 1590.
LA HUIDA
Ayudado por su esposa, Juana Coello, Antonio Pérez escapó de su prisión en Madrid en abril del año 1590 y huyó a Zaragoza, donde consiguió la protección de los fueros aragoneses. Encontró el apoyo del duque de Villahermosa, del conde Aranda y principalmente de Diego de Heredia, que pertenecía a la baja nobleza en el Reino de Aragón.
Debemos saber, que el padre de Pérez había obtenido gracias al favor real el certificado de legitimidad de su hijo y una declaración de ser natural de Aragón, de donde procedía el linaje de Gonzalo Pérez. Esta decisión salvó la vida de su hijo medio siglo después.
Estando huido, fue condenado a muerte sin saberlo en Madrid. Felipe II hizo un alegato ante el Justicia de Aragón contra Antonio Pérez por los cargos de asesinato de Escobedo, tráfico de secretos de Estado y huida de prisión.
Felipe II, desesperado por la lentitud de la justicia aragonesa y porque no esperaba una condena favorable, retiró los cargos y usó un tribunal contra el que los fueros aragoneses y la Justicia aragonesa no podían oponerse, la Inquisición.
Antonio Pérez no era un hereje, pero no fue difícil construir un caso contra él. En mayo de 1591, Antonio Pérez fue trasladado de la prisión del Justicia a la de la Inquisición, por lo que sus defensores organizaron una revuelta en Zaragoza, conocida como revuelta de Antonio Pérez o Alteraciones de Aragón, la cual era una defensa de los fueros aragoneses ante la intrusión del poder central.
Se le devolvió a la prisión de la Justicia aragonesa y desde allí llevó una campaña contra la Corona. Se le trasladó de nuevo a la prisión de la Inquisición en septiembre del mismo año. Heredia y sus seguidores lo volvieron a sacar y en esta ocasión le dejaron libre, con lo que la situación derivó en una crisis en Aragón por la defensa de los fueros.
La revuelta en Aragón no contó con el apoyo de los catalanes ni los valencianos. En octubre del año 1591, Felipe II envió un ejército a Zaragoza, al colocarse Juan V de Lanuza, Justicia de Aragón, al frente de las protestas, fue detenido y ejecutado sin previo aviso, lo que puso fin a la sublevación.
Antonio Pérez huyó al Bearn francés, donde recibió el apoyo de Enrique de Navarra para intentar una invasión francesa, que fracasó.
Más tarde, Pérez se trasladó a Inglaterra, donde ofreció información, que sirvió para el ataque inglés a Cádiz en el año 1596. El almirante lord Effingham al mando de una flota compuesta por ciento cincuenta barcos y siete mil soldados penetran en la bahía. Los ingleses saquearon la ciudad y causaron grandes pérdidas económicas.
El duque de Medina Sidonia se niega a pagar rescate por los habitantes de Cádiz y acaba con la flota española en Puerto Real, lo que provoca una grave crisis económica.
Tras intentar conseguir el perdón de la Corona sin éxito, Antonio Pérez falleció en París en la más absoluta pobreza en el año 1611.
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