Los expertos aún no han llegado a una conclusión definitiva sobre la muerte de Napoleón. ¿Veneno o simple enfermedad?
Napoleón murió a los 51 años, el 5 de mayo de 1821. Desde que había llegado a su destierro en Santa Elena (tras su derrota en la batalla de Waterloo) su salud empeoró drásticamente. Oficialmente, murió de cáncer de estómago. La autopsia, practicada por siete médicos diferentes, avalaban esa teoría. Sin embargo, en 1840, cuando los restos se trasladaron a Francia, aparecieron las sospechas de que Napoleón había sido envenenado con arsénico.
¿Un asesinato?
Algunos médicos, como el sueco Sten Forshufvud en 1955, señalaron la existencia de un altísimo porcentaje de arsénico en los restos de Bonaparte. Según su teoría, Napoleón fue injiriendo con la comida y la bebida las dosis del veneno que lo matarían tiempo después. Años después, la Sociedad Napoleónica Internacional dio alas a esta teoría al confirmar las altas cantidades de arsénico en el cabello de Bonaparte.
¿Asesinato, negligencia o causa natural? Las incógnitas sobre qué causó la muerte de Napoleón siguen sin despejarse.
Otra teoría aboga por el error médico como causa de la muerte de Napoleón. El arsénico, junto con otras sustancias como el calumel (altamente tóxico) se empleaba para tratar algunas enfermedades. La combinación de varias drogas para atenuar las dolencias estomacales de Napoleón le habría causado la muerte.
Recientemente, ha resurgido la tesis de la muerte natural. Algunos investigadores apuntan a que la causa del fallecimiento habría sido un cáncer de estómago fruto de la evolución de una úlcera durante mucho tiempo. En este caso, la presencia de arsénico se debería a que, en el siglo XIX, estaba presente en numerosos productos domésticos. Se incluía de forma común, por ejemplo, en tónicos contra la caída del cabello.
¿Asesinato, negligencia o causa natural? La incógnita sigue sin resolverse. Quizá en el futuro aparezcan nuevas pruebas que corroboren o rechacen las teorías existentes.
La sombra de la sospecha
Había muchos agentes potencialmente interesados en la muerte de Napoleón. Por un lado, los miembros de su séquito en la isla de Santa Elena, atados al exilio mientras viviera Bonaparte. Además, muchos de ellos eran beneficiarios de su testamento. Por otro lado, a la monarquía francesa podía convenirle su desaparición, ya que no estaba dispuesta a tolerar una segunda fuga como la que protagonizó Napoleón en Elba. Los británicos también tenían sus motivos, puesto que sufragaban el coste millonario del cautiverio.
Había muchas personas interesadas en la desaparición de Napoleón, de manera que, para algunos expertos, la teoría del asesinato no puede ser descartada.
Si se acepta la tesis del asesinato de Napoléon, el autor tuvo que haber estado en contacto regular con el Gran Corso desde el verano de 1816, época en que comenzó a manifestar sus distintos trastornos, hasta el 5 de mayo de 1821, fecha de su muerte. Estos serían los principales sospechosos en un supuesto asesinato de Napoleón:
Sirvió a Napoléon en las principales batallas y estuvo a su lado en las islas de Elba y Santa Elena. En esta última vivía a cierta distancia de Longwood House (residencia del Gran Corso, en la imagen), ya que su mujer inglesa prefería una cierta intimidad frente a la convivencia forzada. Ello lo descartaría como culpable. Foto: Vía Wikimedia Commons.
Tanto los historiadores como los exiliados de Santa Elena afirman que era un servidor fiel y leal que incluso servía a Napoleón como si fuera su hijo. No tendría, aparentemente, ningún motivo para perjudicar a Napoleón.
El gobernador inglés de Santa Elena controlaba todo lo que ocurría en ella. Odiaba al Gran Corso y se sentía profundamente incómodo en la isla. Sin duda, tenía medios y móviles para envenenar a Napoleón. Si fue él, ¿lo hizo solo, bajo las órdenes del gobierno británico o en connivencia con el conde de Montholon? De ser cierta esta última tesis, Lowe habría cubierto los movimientos de este aristócrata y le habría suministrado el arsénico para envenenar al emperador.
La Sociedad Napoleónica Internacional (SNI) lo señala como el asesino. Sus móviles, económicos y personales, son lo suficientemente sólidos como para apuntar en esta dirección. El aristócrata había sido maltratado por el emperador antes y durante la estancia en Santa Elena. Es posible que le odiase. Su estrecho contacto con el Gran Corso le permitía el envenenamiento (gracias a su cargo de sumiller, tenía el control del vino). Además, siempre apoyó los tratamientos médicos más agresivos. La SNI también lo designa como agente de Luis XVIII.
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