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  • Foto del escritorAndrés Cifuentes

Arqueología y astronomía: el cielo en la Antigüedad

«La arqueoastronomía es el estudio interdisciplinario a nivel global de la astronomía prehistórica, antigua y tradicional, en el marco de su contexto cultural. En este estudio pueden incluirse tanto fuentes escritas como arqueológicas, abarcando calendarios, observación directa, cultos y mitos celestes, representación simbólica de eventos, conceptos y objetos astronómicos, orientación astronómica de templos, santuarios, enterramientos y centros urbanos; cosmología tradicional y la aplicación ceremonial de tradiciones astronómicas’’.

Edwin C. Krupp, History of Astronomy: an Encyclopedia


La arqueoastronomía es, dicho de una manera sencilla, el estudio de las orientaciones de los monumentos arqueológicos y su posible relación con diferentes cuerpos o sucesos estelares. Son famosos los ejemplos de Stonehenge o las pirámides de Giza. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esta disciplina es puramente estadística: la orientación de una estructura puede ser intencional o simplemente accidental. Sin otros ejemplos similares o información concreta de la cultura que los construyó que respalden esa hipotética orientación solo se puede especular. De esta manera, las orientaciones de Stonehenge se respaldan con otros ejemplos de megalitismo que pueden responder también a orientaciones similares, y las pirámides de Giza, además de por su exactitud, por el conocimiento que tenemos de la astronomía egipcia.


En esta ocasión vamos a hablar de ejemplos menos famosos, pero que guardan relación con los dos. Se trata de los monumentos funerarios del Norte de África correspondientes a la Protohistoria, en la Edad del Bronce. Fueron construidos por culturas pre-bereberes, que, aunque nunca constituyeron una misma comunidad, sí que tuvieron rasgos culturales similares en algunos aspectos, unos pocos de los cuales incluso pueden rastrearse en las costumbres actuales de las comunidades que descienden de ellos.


Aunque en un primer momento algo así nos parezca muy lejano de Stonehenge, en realidad forma parte de un mismo fenómeno, el megalitismo. La construcción megalítica se caracteriza por utilizar la piedra como material de construcción, desde pequeñas piezas hasta pesados bloques de enormes dimensiones. Suelen completarse los monumentos con grandes masas de tierra (Benedicto, 2010: pp. 17). Este es un fenómeno cultural que nació en el V milenio a.C. en la fachada atlántica europea, extendiéndose desde las Islas Británicas y Escandinavia al norte, y gracias a la conexión por el Mediterráneo, al Norte de África como frontera sur, y desde el Atlántico hasta el Caucaso y Siria al este, pasando por la mayoría de las islas del Mediterráneo (Belmonte, 1999: pp. 51). El Mediterráneo, hoy una frontera, en estos momentos se trata de un canal constante de influencias.


El fenómeno megalítico llega por lo tanto más tarde al Norte de África y se empiezan a construir monumentos megalíticos en las zonas de agricultores sedentarios. Estas zonas incluyen el norte de Marruecos, Túnez y el este de Argelia (Hoskin, 2001: pp. 8). Junto con los monumentos también llegaron las ideas culturales y religiosas, y con ellas, el arte megalítico. Dado que estas sociedades no tenían ninguna forma de escritura, este arte se convierte en una de las mejores fuentes de información que poseemos de estas culturas. La otra son los propios monumentos funerarios: su modo de construcción, sus orientaciones, la relación con el paisaje… En conjunto nos hablan de sus intereses, entre los que se encuentran como más importantes los astros, y en especial, la Luna y el Sol (Belmonte y Hoskin, 2002: pp. 303-305).


Del estudio de esto se encarga la arqueoastronomía o arqueotopografía (el estudio de la relación de los monumentos con el paisaje). Los monumentos suelen tener un eje de simetría que marca una orientación preferente. Al tener una entrada por la que introducir el cuerpo del difunto y las ofrendas, se suele definir esta dirección como la de todo el monumento, por ser hacia la que ‘’mirarían’’ sus ocupantes (Hoskin, 2008: pp. 85).

Por lo tanto, nos encontramos con un monumento que marca una línea determinada. Con ella, podemos conseguir una serie de datos que nos permite analizar la orientación. Estos datos serían el acimut y la altura.


Esta línea define un ángulo concreto respecto al Polo Norte celestial, medido en sentido de las agujas del reloj (Hoskin, 2008: pp. 85). Este ángulo se denomina acimut. Es decir, un monumento que estuviera orientado hacia el Este absoluto, tendría un acimut de 90°. Otra variable a la hora de definir una orientación es la altura. Un monumento orientado hacia la salida del sol tendría una altura que coincidiría con la del horizonte. Por último, hay que tener en cuenta la latitud en la que se encuentra el monumento, puesto que afecta a la cantidad de horizonte en el que ocurre una salida del sol o de la luna. Esta razón es por la que ocurre, por ejemplo, el sol de medianoche. Con estos datos se puede calcular la declinación astronómica. Es un dato predecible: cada cuerpo celeste tiene una declinación determinada en un momento determinado.


Una vez medidas las orientaciones, se tiene que analizar si forman un patrón que pueda definir alguna pauta o costumbre. Si se decide que las orientaciones no parecen ser al azar, se analiza si esta tradición tiene un origen topográfico o sigue algún marcador astronómico.

Si se decide que tiene una base astronómica hay que definir con que fenómeno o cuerpo astral. Puede estar orientado hacia el Sol, la Luna, los planetas o estrellas o constelaciones. Las más fiables, estables y populares son las orientaciones relacionadas con el Sol y la Luna. Y de éstas, el punto por el que se produce su salida en los solsticios y los equinoccios (Hoskin, 2008: pp. 86-88).


Estos puntos están incluidos dentro de un rango de acimut, donde el solar se establece como punto más hacia el norte el solsticio de invierno y el punto más hacia el sur el solsticio de verano. El rango lunar se mueve un poco más hacia el norte y el sur respectivamente.

Después de estas consideraciones técnicas, podemos entrar ya a hablar de ejemplos concretos de estos monumentos funerarios en el Norte de África. Esta región estaba habitada por una serie de pueblos que se han denominado como proto-bereberes. Estas culturas sufrieron muchas influencias a lo largo de la historia: púnica, romana, cristianas, musulmanas… Pero aún quedan restos de sus creencias tanto en las fuentes clásicas, como Heródoto, como en tradiciones actuales de la zona. Parece quedar claro en ambas tanto el carácter sagrado de las montañas, cuevas y montes; así como unas divinidades relacionadas con el Sol y la Luna, siendo ésta última una divinidad masculina conocida como Ieru (o variantes como Eior o Iour) (Camps, 1995: pp. 158).


Estas creencias van a tener una influencia en las orientaciones de los monumentos de los que vamos a hablar a continuación. En concreto, de los yacimientos de Wadi el Agial, Foum al Rajm, Al Las, Fadnun y Messak Settafet.


Wadi el Agial es un oasis situado en el sureste de Libia. Esta zona fue el territorio del reino de los Garamantes, con capital en Garama. Fue el único reino libio que no se anexionó al Imperio Romano, manteniendo su independencia hasta la llegada del Islam. Esto lo hace un ejemplo muy interesante, puesto que no se influenciaron por los romanos de manera directa, por lo que mantuvieron muchas de las antiguas costumbres libias.


Distribución de las diferentes zonas dentro del yacimiento de Wadi el Agial. Fuente: Belmonte et al., 2002.

Aunque hemos mencionado que la capital se encontraba en Garama, anteriormente al siglo II a.C. este reino tuvo otra capital: Zinkhecra. Esta ciudad se fundó en el siglo IX a.C., y está completamente rodeada de acantilados, lo que la hace muy fácil de defender (Belmonte et al., 2002: pp. 1).


Al parecer Zinkhecra tenía cierto carácter sagrado, con un santuario rupestre con un conjunto de cazoletas excavadas en la roca. Este santuario está situado al borde de un acantilado desde el que se tiene una vista privilegiada del oasis de Garama y del Messak, y también del lugar donde se juntan ambos. En este punto, llamado Djebel Tush, durante el solsticio de verano se produce la salida del sol. Este punto era tan importante, que la nueva capital se construyó orientada hacia este lugar. Al abandonarse como capital, Zinkhecra mantuvo su estatus como centro religioso y funerario (Belmonte, Esteban, Perera, 2000: pp. 94-96).


En esta área podemos encontrar también miles de tumbas en piedra. La gran mayoría son túmulos circulares, los cuales presentan un problema, puesto que es muy difícil establecer su orientación. Sin embargo, a estas tumbas se pueden asociar unas mesas de ofrendas, por lo que en los casos que estas se encuentran en su lugar original pueden ayudar a determinarla. Estas mesas de ofrendas además estas asociadas a unas losas de piedra decorativas, las cuales pueden dividirse además en tres formas: obeliscos, relacionados con el sol; cuernos o medias lunas, relacionadas con la luna; y manos de Fátima, relacionadas con el culto a la diosa Tanit, cuyo símbolo es la luna creciente y la estrella, y que puede ser la personificación de Venus. Estas tumbas se localizan en cuatro núcleos: Kharaig, Saniat ben Howedi, El Hatiya y la Necrópolis Real (Belmonte et al., 2002: pp. 1-3).


En Kharaig podemos encontrar dos tipos de monumentos: túmulos circulares y pirámides de base rectangular. Hoy en día se conservan 34, 24 son pirámides que pueden medirse, a las que hay que añadir un túmulo circular con su mesa y su estela, del tipo de mano de Fátima, todavía en su sitio. De éste último no cabe duda que su orientación era hacia el este. En cuanto a las pirámides, se ha considerado también que su orientación era hacia el este. Esto se debe a que, mientras que en el resto de orientaciones las mediciones variaban mucho, hacia el este eran muy regulares (Belmonte et al., 2002: pp. 6).


En Saniat ben Howedi se encuentran cincuenta tumbas construidas con ladrillos de barro. Este núcleo es muy interesante porque pueden distinguirse dos etapas superpuestas de tumbas: el nivel inferior con tumbas de tipo mastaba, de planta cuadrada; y en el superior de tipo bazina, típicamente libias, de base cuadrada a la que se le superpone una estructura circular. En este núcleo se pueden encontrar tumbas orientadas hacia el oeste o hacia el este, pero siempre a la salida o puesta del sol o la luna. Es importante remarcar que las tumbas orientadas hacia el oeste solo se encuentran en el nivel inferior. Esto puede significar un cambio en las costumbres funerarias, de una más liberal hacia una más restrictiva (Belmonte et al., 2002: pp. 7).


La Necrópolis Real se encuentra al sur de Garama, y originalmente estaba dividida en dos sectores. En uno se encuentran tumbas de tipo mastaba y túmulos circulares, en el otro se encuentran 21 mastabas monumentales, que se han considerado las tumbas de los reyes. Los monumentos que han podido ser medidos en esta necrópolis han dado como resultado una orientación hacia el este, con una declinación cercana a los 0°, o sea, hacia la salida del sol o de la luna durante los equinoccios (Belmonte et al., 2002: pp. 8).


En cuanto a El Hatiya, no se pudo encontrar nada que indicara una orientación preferente. Pero una vez medidas, queda clara la constancia en sus orientaciones, siendo dos las explicaciones estelares posibles: hacia el este, hacia la salida del sol o la luna, y hacia el norte, hacia la constelación de Orión. Dada la importancia de la primera en todo este territorio y la segunda en la cultura egipcia, tan cercana, cualquiera de las dos podría ser una explicación razonable. Es posible incluso que ambas, teniendo los monumentos una doble orientación (Belmonte et al., 2002: pp. 11).


Histograma de orientaciones de las cuatro zonas. Fuente: Belmonte et. al., 2002.

En cualquier caso, queda clara la predominación de las orientaciones estelares en este gran yacimiento. Todas las tumbas tienen declinaciones correspondientes al rango del amanecer o salida de la luna. En el gráfico, se ve como el punto más alto se corresponde al equinoccio, y dos pequeños picos que corresponderían a la estrella Sirius y al Cinturón de Orión. Dada la importancia en la cultura egipcia de ambos, es un dato que podría indicarnos que también tuvieron una importancia similar en el reino de los Garamantes (Belmonte et al., 2002: pp. 12-16).


Foum al Rajm es una necrópolis situada al sur de Marruecos, a unos 100 km de Zagora. Su datación incluye desde el siglo VIII a.C. en adelante, superando el millar de túmulos. La mayoría de éstos son túmulos simples, pero algunos presentan una tipología especial. Son los llamados túmulos de tragaluz, al poseer un pequeño ventanuco en uno de sus lados, en ocasiones cegado con una piedra que podía ser retirada en caso de necesidad. Frente a ellos se han encontrado mesas de ofrendas con restos de cenizas. Otra característica común de estos túmulos es que se encuentran en lugares con una vista despejada del horizonte. Por todo esto, a pesar de que representan sólo el 10% del total, pero son los más interesantes a nivel arqueoastronómico.


El tragaluz define la orientación del monumento. Se han propuesto dos explicaciones para ella: hacia el solsticio de invierno, entrando la luz por el tragaluz hacia el centro de la tumba en ese día, o una doble orientación: hacia el lunasticio mayor sur y hacia el equinoccio (Belmonte, Esteban, Perera, 2000: pp. 99-101). Esta última estaría respaldad por las declinaciones, que se dividen claramente en dos grupos: en torno a los 0° y a los -30°, correspondientes al equinoccio y al lunasticio mayor sur, aproximadamente (Belmonte et al., 1999: pp. 24).


Histograma correspondiente a las orientaciones de las tumbas de Foum al Rajm. Están marcados tanto el rango del orto solar, como el lunasticio mayor sur, con una línea de puntos. Fuente: Belmonte el al., 1999.

Al Las es una necrópolis megalítica construida entre el siglo V a.C. y el I a.C., situada en el noroeste de Túnez. Está divida en cuatro zonas: L1, L2, L3 y Valle. Una de sus curiosidades es que cada una de ellas tiene una orientación predominante diferente: L1 al sureste, L2 hacia la salida del sol en mitad del verano, L3 en un intervalo que podría interpretarse como hacia Alfa Centauri y V hacia todo el rango de la salida del sol (Belmonte et al., 1998: pp. 8-11).

El yacimiento de Fadnun se extiende por la meseta del mismo nombre, en el suroeste de Argelia. En ella se encuentran una serie de monumentos denominados idebni ‘’ojo de cerradura’’, los cuales están compuestos por un túmulo cuyo corredor se proyecta más allá del mismo. Todo esto se rodea por un óvalo, quedando el túmulo en un extremo, dando como resultado la forma por la que toma su nombre.


Este corredor alargado deja clara la orientación del monumento. El resultado es claro, el 85% de ellos está dentro del rango de la salida del sol, y el 92% dentro del rango delimitado por los lunasticios. Esto hace posible que, mínimo, no sólo estuvieran determinados por el sol, sino también por la luna. Esto se acentúa con el hecho de que muchos de estos monumentos estaban orientados hacia la luna de Pascua, que continúa siendo muy importante en la cultura tuareg. Este patrón puede encontrarse además en otros yacimientos importantes a nivel arqueoastronómico, como Taouz al Qadim, unos 2000 km al noroeste de Fadnun. Estas tradiciones podrían haber viajado por una ruta comercial que comunicaba ambas regiones (Belmonte y Hoskin, 2002: pp. 315-317).


Histograma realizado a partir de los datos recogidos por Savary. La línea de puntos es la correspondiente al orto de la luna llena de Pascua. Fuente: Belmonte y Hoskin, 2002.

Messak Settafet es otra meseta el suroeste de Libia. En esta zona se pueden encontrar diversos monumentos preislámicos de muchos tipos, desde simples círculos de piedra o muros aislados hasta túmulos ‘’ojos de cerradura’’. Se han tomado las orientaciones de tres tipos de monumentos en esta zona: los túmulos con antena, los túmulos en V y los llamados crecientes.


Los túmulos en antena son pequeños túmulos de piedra a los que se le añade una ‘’antena’’, un muro de piedra que parte del túmulo como un radio. Este muro es el que determina la orientación del monumento. Estas orientaciones tienen una clara preferencia por el rango de las salidas del sol y la luna. El patrón de estos monumentos tiene muchas similitudes con Fadnun, Foum al Rajm o Wadi el Agial.


Los túmulos en V también son un pequeño túmulo, del que parten dos ‘’brazos’’, que pueden ser más o menos elaborados, en dos direcciones que nunca llegan a ser opuestas. La forma recuerda a un creciente lunar o con una cabeza de bóvido. Si se tiene como dirección preferente la marcada por una línea imaginaria entre ambos brazos se obtiene un patrón dentro del rango de la salida del sol. Si se tiene como una doble orientación, cada una definida por cada uno de los brazos, es posible que señalaran a las regiones del cielo donde se producirían los crecientes lunares.


El tercer grupo son los crecientes. Estos monumentos no tienen un carácter directamente funerario, sino simbólico. Consisten en un muro de piedra seca cuya forma recuerda a la luna creciente, y normalmente van en dúos o en tríos. Suelen estar alineados entre ellos, de manera que su eje de simetría es perpendicular a la línea que une un creciente con otro. Esto define una orientación, que puede ser tanto la del propio alineamiento como la perpendicular a éste.


Si se tiene en cuenta la orientación de éstos hacia el oriente, se obtiene un patrón muy amplio. Pero si se toma la orientación hacia el oeste, el resultado es una orientación que puede explicarse con la primera visión de los crecientes lunares al anochecer. Teniendo en cuenta la forma de los monumentos y su exactitud en esta orientación, no sería difícil suponer que ésta última opción podría ser la acertada (Belmonte y Hoskin, 2002: 335-341).


Histograma de las orientaciones de los crecientes de Messak Settafet, inviertiendo los datos obtenidos por el matrimonio Gauthier. Fuente: Belmonte y Hoskin, 2002.

A través de estos ejemplos dentro de la amplia variedad de yacimientos de estas características se hace evidente la importancia que la astronomía tenía en estas culturas. En general la tradición marca una orientación hacia el este, con predilección por los equinoccios y los solsticios/lunasticios, pero hay ejemplos de que podrían darse orientaciones mucho más complejas.


Las conexiones entre yacimientos muy lejanos y con cronologías diferentes hablan de una tradición general de la zona, puede que ligadas directamente a una religión o creencias comunes. Puede observarse también un cambio en las preferencias por las orientaciones al sol o a la luna, siendo cada vez menos frecuentes éstas últimas. Podría ser que fuera por influencia de las culturas cercanas, como la egipcia o la fenicia, con dioses solares fuertes y masculinos y diosas lunares femeninas. Esta concepción chocaría con una deidad lunar masculina, que poco a poco se iría diluyendo, aunque nunca del todo.


Los estudios arqueoastronómicos de esta zona no son todavía numerosos, pero queda claro que el Norte de África aún puede dar sorpresas en este campo.


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