Este rebelde irlandés encabezó la lucha contra Isabel I en la Guerra de los Nueve Años, pero acabó exiliado y murió en España.
La historia ha querido, con su particular sentido del humor, que España tenga una curiosa relación con el mundo anglosajón que no muchos conocen. Resulta que, a lo largo de los siglos y en toda clase de situaciones, son muchos los héroes de las islas británicas que han llegado a las costas españolas y han muerto en el país ibérico. Tenemos el célebre ejemplo de Douglas el Negro, aliado de Robert the Bruce durante su guerra contra Eduardo I Longshanks, que viajó a España para luchar junto a Alfonso XI y murió en la batalla de Teba (Málaga) en 1330. Tampoco podemos olvidarnos de Horatio Nelson, el mejor almirante de la Marina británica que afrontó su último combate en Trafalgar. Pero hay un tercer caso que tal vez sea el más desconocido de todos: el de Red Hugh O’Donnell, el rebelde irlandés.
O’Donnell nació en Donegal (Irlanda) en 1571. Hijo de Hugh O’Donnell y de Finola MacDonnell, se sabe que era pelirrojo y bien parecido, y que era el heredero de una de las casas más antiguas y poderosas de la isla esmeralda. Con dieciséis años fue enviado a Dublín y puesto bajo la tutela del Lord Deputy (representante de la corona británica y líder del ejecutivo durante la dominación inglesa en Irlanda) John Perrot. Con todo, parece que esta estancia en la capital irlandesa no se debía tanto a un interés educativo o social sino a un secuestro orquestado por el propio Perrot para tener controlado a O’Donnel, quien ya había demostrado sentir animadversión hacia los ingleses. El joven Red Hugh fue encerrado en el castillo de Dublín pero consiguió escapar en 1592 y regresó a su tierra, siendo nombrado señor de Tyrconnell al año siguiente. Desde ese momento, comenzó a preparar la lucha contra el dominio de Isabel I Tudor.
La revuelta comenzó con la expulsión del sheriff y sus hombres del monasterio de Donegal. En 1594 tuvo varios enfrentamientos con otro de los grandes clanes irlandeses, los O’Neil, pero decidieron unir fuerzas e iniciaron una rebelión armada conocida como la Guerra de los Nueve Años. La contienda empezó resultando muy favorable para los irlandeses, que se hicieron con el control de la región de Connaught desde Sligo a Leitrim y lograron una gran victoria en la Batalla de Yellow Ford en 1598, donde O’Donnell destacó por su arrojo en combate y sus habilidades como líder militar.
España, por entonces enemiga de Inglaterra y también católica, vio una oportunidad en la insurrección de los irlandeses y quiso ayudarles enviando barcos y tropas al mando de Juan del Águila. Los españoles tomaron la ciudad portuaria de Kinsale y propusieron avanzar y atacar a los ingleses aun cuando estaban en inferioridad. Parece ser que, mientras O’Neil pidió cautela para no poner en riesgo sus posiciones, O’Donnell apoyó el plan de Juan del Águila pero la jugada les salió terriblemente mal: los rebeldes y sus aliados españoles fueron derrotados y los ingleses recuperaron Kinsale en diciembre de 1601.
De Eyre a Valladolid
Las tropas de Isabel I habían dado un durísimo golpe a los irlandeses y, con la derrota de los españoles, las esperanzas que habían albergado de lograr una victoria parecieron disiparse. Pero Red O’Donnell no se rindió y decidió viajar personalmente a España (en parte porque le estaban persiguiendo) para hablar en persona con el rey Felipe III y pedirle un mayor compromiso con la causa rebelde. El irlandés llegó al puerto de A Coruña en febrero de 1602 y fue recibido con todos los honores por el gobernador de la ciudad, Luis Carrillo de Toledo, quien incluso lo alojó en su residencia. O’Donnell realizó una simbólica visita a la Torre de Hércules, desde donde se cree que partieron los primeros españoles que poblaron Irlanda, y permaneció varios meses disfrutando de la vida y las comodidades reservadas para la nobleza, pero sin por ello perder de vista su objetivo. La insistencia de O’Donnell no decayó y, dado que sus reuniones con el rey siempre eran aplazadas y la ayuda prometida no parecía llegar nunca, decidió viajar por su cuenta hasta Valladolid (ciudad en la que estaba la corte por aquel entonces) para encontrarse con Felipe III.
Por desgracia, O’Donnell nunca llegó a ver al monarca. En el verano de 1602 se vio aquejado por unas fuertes fiebres y falleció en el mes de septiembre mientras reposaba en el castillo de Simancas. Durante años corrió el rumor de que había sido envenenado por orden de James Blake, un supuesto agente a sueldo de los ingleses, pero esta versión ha sido descartada. Red Hugh O’Donnell fue enterrado en la Capilla de las Maravillas del Convento de san Francisco, en Valladolid. Hugh no pudo volver a Irlanda, la ayuda española no llegó y la guerra terminó con la victoria de los ingleses y la colonización del Úlster.
Desde mayo de 2020 se están realizando excavaciones en el centro de Valladolid con el fin de localizar la ya desaparecida Capilla de las Maravillas y los restos de Red Hugh O’Donnell, que de ser encontrados serían enviados a Irlanda para que puedan descansar en la Abadía de Donegal.
Fuente: www.muyhistoria.es/h-moderna
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