Ana de Mendoza de la Cerda, princesa de Éboli, nace en Cifuentes, provincia de Guadalajara, el 29 de junio de 1540. Pertenecía a una de las familias castellanas más poderosas de la época, los Mendoza.
Su padre era Diego Hurtado de Mendoza y de la Cerda, virrey de Perú, príncipe de Melito y duque de Francavilla y de la Cerda, era nieto del gran cardenal Mendoza. Su madre era María Catalina de Silva y Toledo, hermana del entonces conde de Cifuentes. Fue un matrimonio muy mal avenido por las repetidas infidelidades de Diego. Fruto de este matrimonio sólo tuvieron a Ana.
Ana fue educada por su madre Catalina, pero dicha educación estuvo muy influenciada por las continuas peleas y separaciones matrimoniales. Ana siempre mostró su apoyo a su madre. Tenía un carácter orgulloso, dominante y altivo, pero al mismo tiempo era voluble, rebelde y apasionada, características de la familia de los Mendoza. Se le consideraba una de las mujeres más bellas de la Corte española y brillaba por su fina inteligencia.
En su etapa infantil es cuando se produce la pérdida de su ojo derecho. No se sabe bien si fue debido a una caída o en un entrenamiento, cuando practicaba la esgrima. Los médicos oftalmólogos, que han analizado su caso, se decantan más por un traumatismo producido por un florete de esgrima. La letra de Ana era de gran tamaño y empleaba de forma habitual una plantilla para escribir y así evitar torcer su letra.
Se concertó su matrimonio, cuando sólo tenía doce años (1552) siguiendo las recomendaciones del Príncipe Felipe, que posteriormente sería Felipe II. El elegido fue Ruy Gómez de Silva y Téllez de Meneses, príncipe de Éboli, de origen portugués. Era muy allegado al príncipe Felipe, siendo el líder del partido pacifista en la Corte y que defendía una salida negociada al conflicto de Flandes.
Como Ana era muy joven (doce años) se firmaron unas capitulaciones en Alcalá de Henares, lugar donde vivían sus padres. En dichas capitulaciones se estipulaba que permanecería unos años en casa de sus padres hasta las validaciones y la consumación del matrimonio. Se acordaba además que el padre de Ana, Diego Hurtado le cediera el título de Conde de Melito, permaneciendo su padre solo como duque de Francavilla.
Los compromisos de Ruy Gómez hicieron que los primeros cinco años estuviera destinado en Inglaterra, por lo que permanecieron muy poco tiempo juntos. Durante su estancia en la Corte, Ana tuvo una estrecha relación con la reina Isabel de Valois.
Su esposo Ruy Gómez trabajó para Felipe II ganándose su amistad, por lo que fue favorecido económica y políticamente, siendo nombrado Secretario y hombre de confianza del Rey. Ruy Gómez contrató para que trabajara a sus órdenes al aragonés Antonio Pérez.
En el año 1557, su madre Catalina y Ana se trasladan a la corte de Valladolid, generándose un nuevo escándalo entre sus padres, debido a que su padre Diego tenía un amancebamiento público con su amante, que acabaría llevándosela a su palacio de Pastrana en Guadalajara, teniendo una hija ilegítima que llamó María de Mendoza.
En el año 1558, Felipe II mandó entrevistar a su esposo Ruy con Carlos V al monasterio de Yuste, donde estaba retirado. En ese viaje Ruy y Ana consumaron su matrimonio, quedando embarazada. Dio a luz a su primer hijo, Diego que murió a los cinco años. Durante este periodo de su vida vivía en la fortaleza de Simancas.
Debido al poder que tenía Ruy, favoreció a su suegro Diego Hurtado, con el objetivo de evitar escándalos lo envió a Italia como miembro y presidente del Consejo de Italia en 1558.
Su finalidad era alejarlo lo más posible de su esposa Ana
Estos años, Ana vivió en la Corte siendo como ya hemos visto amiga íntima de la esposa de Felipe II, la reina Isabel de Valois con la que comparte diversiones y aficiones comunes hasta que la reina fallece en el año 1560.
En la Corte de Felipe II había dos partidos que se disputaban el poder. Por un lado estaban los seguidores del Gran Duque de Alba, hermano bastardo de Felipe II que siempre apoyaba la toma de decisiones agresivas, por el otro lado los partidarios del dialogo que era encabezado por Ruy Gómez y que Ana siempre apoyaba. La mayoría de la familia de los Mendoza apoyó siempre a su marido.
A pesar de estas diputas políticas, los príncipes de Éboli tenían una gran amistad con don Juan de Austria, el cual conoció a María de Mendoza, que acabó siendo su amante y madre de dos de sus hijos.
El nombre de príncipes de Éboli proviene de cuando Ruy compró a su suegro la localidad de Éboli en el reino de Nápoles. Ana fue la primera princesa de Éboli y la primera duquesa de Pastrana, teniendo la consideración de Grande de España. Tras la compra de Pastrana, apoyaron la construcción de la iglesia Colegial de Pastrana y favoreció la fundación por Santa Teresa de Jesús de dos conventos carmelitas en Pastrana en el año 1569, uno femenino y otro masculino.
Ruy Gómez de Silva y Ana
La vida matrimonial de Ruy y Ana fue muy estable. Ella había logrado una gran estabilidad, sosegando sus impulsos. En su matrimonio tuvo nueves embarazos, con diez hijos. Como ya hemos visto su primer hijo fue Diego fallecido a los cinco años.
Su hija mayor Ana se casaría con el duque de Medina Sidonia. Rodrigo heredaría el ducado de Pastrana. Su hijo Diego sería duque de Francavilla, virrey de Portugal y marqués de Allenquer. Fernando se dedicó a la iglesia, haciéndose franciscano con el nombre de fray Pedro González de Mendoza y llegó a arzobispo de Zaragoza.
Muerto su marido en el año 1573, se retira a Pastrana totalmente desconsolada. Ingresa en el convento femenino de las carmelitas de Santa Teresa de Jesús, acompañada por su madre Catalina, siendo asignada a una celda muy austera. Pero pronto no aguantó este régimen de vida y se trasladó dentro del convento a una casa que había en el huerto junto a sus criadas, llevando sus vestidos, joyas y pudiendo salir del convento cuando quisiera. Esto provocó un gran choque con Santa Teresa de Jesús, que ordenó a las monjas del convento que abandonaran el mismo, debido a la actitud de Ana. Ante esta situación, volvió nuevamente a Madrid.
Felipe II le aconsejó que permaneciera en Pastrana, pero Ana volvió a la corte madrileña. No siguió el consejo del rey porque deseaba estar cerca del poder. Intentó prosperar y ascender rápido en la corte, con la finalidad de preservar su herencia.
En el año 1576, muere su madre Catalina. Su padre Diego se casó nuevamente en 1578 con Magdalena de Aragón que era hija del duque de Segorbe. Sin embargo, muere ese mismo año, dejando embarazada a su mujer, con lo cual la herencia de Ana sería destinada a la nueva hija pero ésta muere al poco de nacer. Este periodo fue de una fuerte desestabilización afectiva y emocional de Ana
Volvió a encontrarse con un viejo colaborar de su esposo, el aragonés Antonio Pérez, que había sido nombrado secretario de Felipe II por lo que tenía un gran poder. Éste estaba casado con Juana Coello que siempre le fue fiel, defendiéndolo cuando estuvo arrestado y luchó hasta la muerte por defender la memoria de su marido y la honra de sus hijos.
En el primer encuentro entre Antonio Pérez y Ana se produjo una situación casi cómica, porque ella se burló de él por la gran cantidad de perfume que llevaba. Antonio Pérez era seis años mayor que Ana, sin embargo tuvieron una profunda relación mezcla de amor, política y poder. Esta relación fue ocultada al rey, porque la sociedad no era nada permisiva cuando alguno de los amantes era casado.
Antonio Pérez, como Secretario, conocía todos los asuntos del país. Felipe II tenía una gran desconfianza de su hermanastro Don Juan de Austria, debido a la popularidad que tenía debido a sus éxitos militares. Así para tener un control total sobre D. Juan, Antonio Pérez mandó a Flandes a su ayudante Juan Escobedo que trabajaba desde hacía años con él. Sin embargo, Escobedo al conocer a Don Juan de Austria se pasó a su bando.
La situación de Flandes para los españoles era muy complicada, pues nunca se terminaba de vencer a los rebeldes. Antonio Pérez prometió a Don Juan interceder ante Felipe II, sin embargo su actuación fue todo lo contrario. Lo único que buscaba era su propio beneficio.
Retrato de Felipe II
Como la situación empeoraba en Flandes, Don Juan de Austria envió a Juan Escobedo entrevistarse con Felipe II para que le contara cual era la situación real. Para ello, acudió a Antonio Pérez, para que le facilitara el encuentro con el Rey. Juan Escobedo descubrió la relación amorosa secreta entre Ana y Antonio. Debido a esto Antonio Pérez y Ana decidieron eliminar a Escobedo.
Antonio Pérez convence a Felipe II de que Juan Escobedo es el culpable de la forma de actuar de Don Juan de Austria, diciendo que ejerce una gran influencia. Además, en aquel momento existe la posibilidad de un matrimonio entre don Juan de Austria y María Estuardo y la posibilidad de que éste intentara invadir Inglaterra, junto a la victoria reciente de don Juan en Gembloux. Hace que Felipe II aumente sus suspicacias con respecto a Don Juan. Todo esto, junto a la presión de Antonio Pérez, hace decidir a Felipe II que Juan Escobedo debe ser morir por razones de Estado.
Hubo tres intentos de envenenamiento a través de la comida, pero fallaron, por lo que se contrató a unos asesinos que acabaron con Juan Escobedo el 31 de marzo de 1578.
La familia de Escobedo junto con la de Mateo Vázquez de Leca que también era secretario del rey y rival directo de Antonio Pérez, reclama justicia.
Escudo duques Pastrana Éboli
La situación se complica cuando a inicios de agosto de 1578, muere el rey de Portugal en la batalla de Alcazarquivir. Comienza así lo que se denomina “la cuestión de Portugal”. Felipe II esperaba heredar la corona. Pero Antonio Pérez y la princesa de Éboli intervienen en la cuestión sucesoria a espaldas de Felipe II, planteando el matrimonio de la hija de Antonio Pérez, Ana, con el primogénito del duque de Braganza, que tenía posibilidades de heredar la corona contra los intereses de Felipe II.
Mateo Vázquez informa de todos los manejos que están llevando tanto Antonio Pérez como la princesa de Éboli. Felipe II prepara con paciencia la caída de Antonio Pérez. Hace llamar al cardenal Granvela, que se encontraba en Italia, para que llevara los asuntos de Estado. Mientras tanto ya había fallecido don Juan de Austria y al traer su cadáver viene con él la correspondencia que había recibido en su estancia en Flandes. Al leerla Felipe II es consciente de la manipulación que sus órdenes habían tenido por parte de Antonio Pérez.
Don Juan de Austria recibe un gran entierro en el Escorial. Llega a España el cardenal Granvela, el 28 de julio de 1579, e inmediatamente ordena la detención de Antonio Pérez y de la princesa de Éboli.
La situación de Antonio Pérez fue complicada, pero hizo creer al rey que tenía documentación comprometida de asuntos de Estado que impedían una fuerte condena o su ejecución, por eso sólo fue condenado por corrupción. Sólo sería diez años después cuando fue condenado por la muerte de Juan Escobedo
Felipe II descalifica a la princesa de Éboli con frases como “la hembra es el fermento de todo”, siendo encerrada en la torre de Pinto en penosas condiciones, para posteriormente ser trasladada a Santorcaz y finalmente a su propio palacio de Pastrana en 1581. Ana era Grande de España y tenía el tratamiento de “prima del rey ”, y los nobles de su nivel siempre intercedieron para que tuviera un trato más adecuado.
Sepultura de Ana y Ruy
En el año 1582, Felipe II despoja a Ana de la custodia de sus hijos y de la administración de sus bienes. Cabe destacar que Felipe II a pesar del trato que daba a Ana siempre cuido y protegió a los hijos de ésta.
Desde su reclusión en el palacio de Pastrana, Ana se dirige en numerosas ocasiones al Rey, donde le llamaba “primo” y le solicita que la proteja como caballero. Sin embargo, Felipe siempre se refería a ella de forma despectiva como “la hembra”. Ana se interesa por sus hijos Diego y Ruy pero apenas por su heredero Rodrigo.
El diez de agosto de 1584 Ana intenta refugiarse en el convento de monjas franciscanas de Pastrana, pero no es admitida, coincidiendo este hecho con el nuevo procesamiento de Antonio Pérez.
Antonio Pérez escapa de la cárcel y se refugia en su tierra Aragón, donde es acogido y defendido frente al poder real, provocando un grave conflicto con el reino de Aragón. Esto provoca, que Felipe II ordene poner dobles rejas en las puertas y ventanas del palacio ducal de Pastrana, con lo cual su reclusión aumenta de dureza. En este palacio se encuentra atendida por su hija menor Ana de Silva y por tres criadas.
Hay una leyenda local que dice que la Princesa de Éboli se asomaba una sola hora al día por la reja de una ventana que daba a la plaza, que se llamará desde entonces “Plaza de la Hora”.
Antonio Pérez
Este encierro y el trato final que le dispensaba el rey, agravaron su enfermedad, unido ya a su escaso deseo de vivir, falleciendo en el palacio ducal de Pastrana el dos de febrero de 1592. Sus restos junto con los de Ruy Gómez fueron trasladados por su hijo fray Pedro, arzobispo de Zaragoza a la cripta de la Colegiata de Pastrana.
La princesa de Éboli ha sido frecuentemente glosada por literatos por medio de novelas e incluso retratada en el cine. Mujer de fuerte carácter en su vida, se puede distinguir dos etapas: la primera durante la cual vivió con su marido Ruy Gómez tuvo una vida tranquila. Mientras que después en su relación con Antonio Pérez, sacó toda su inteligencia y poder como forma de adquirir prestigio y relevancia en la corte española.
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