La historia de las mujeres en la radio: un necesario ejercicio de recuperación de voces y experiencias
En fechas como estas, cercanas al 8M, efeméride marcada en violeta en nuestros calendarios por el empuje de un cada vez más potente movimiento feminista, parece oportuno recuperar un aspecto de la herstory que resulta de gran interés: la relación entre las mujeres y la radiodifusión. Un binomio que se retrotrae a las primeras emisiones estables del medio y que resulta clave para conocer en profundidad el funcionamiento de las sociedades contemporáneas en determinados momentos históricos.
No debemos olvidar que, hasta la democratización del acceso a la televisión, y en algunos países incluso más allá de este cambio tecnológico, la radiodifusión fue el medio de comunicación hegemónico durante décadas.
Esta fructífera e intensa relación ha permanecido en los márgenes de las disciplinas que habrían de recuperarla: la historia, que ha percibido, en ocasiones, a los mass media como algo complementario; los radio studies, los estudios sobre radio, que cuando se aproximaban al pasado lo hacían con una perspectiva institucional, centrada en reconstruir la historia de las emisoras, sus parrillas y sus protagonistas; y, finalmente, de los feminist media studies, que tradicionalmente han priorizado el análisis de otros medios de comunicación como el cine o la prensa. Así, se constata aquello que señaló Emma Rodero cuando, haciendo un balance del estado de los estudios de radio en España, reconoció que a esta se la ha “entendido durante mucho tiempo como el medio pobre” y que acostumbra a ser siempre “la gran olvidada” (2009, 98). Un olvido que debe subsanarse si tenemos en cuenta que, de acuerdo con Kate Lacey, la radio, utilizada conceptualmente de forma correcta, “puede convertirse en una herramienta con la que abrir nuevas vías de investigación” (2008, 30).
La historia de las mujeres en la radio es una de estas posibles vías. Antes de profundizar en ella conviene retomar una maravillosa metáfora de Caroline Mitchell, en la que apuntó que si la radio era, como acabamos de ver, el medio de comunicación “Cenicienta”, la relación de esta con las mujeres era el equivalente a la calabaza de aquel cuento (2000, p. 4). A pesar de lo apuntado hasta ahora, es posible encontrar trabajos dedicados a recuperar esta realidad en la Alemania de la primera posguerra y el nazismo (Lacey, 1996), la Italia fascista (Branciforte, 2018), Argentina y Uruguay entre las décadas de 1930 y 1950 (Ehrick, 2015), Inglaterra en los años veinte y treinta (Murphy, 2016) o incluso trabajos en perspectiva transnacional como los de Skoog y Badenoch (2016) sobre la International Association of Women in Radio and Televisión, entre otros que conforman un corpus cada vez más completo.
Poniendo la mirada en España podemos destacar, entre otras, la recuperación, por parte de Silvia Espinosa i Mirabet de las pioneras de la radiodifusión catalana (2014), los trabajos de Sergio Blanco Fajardo sobre la relación entre mujeres y radio en las emisoras de la SER del primer franquismo (2020), el análisis del rol de las mujeres en la evolución de la radio barcelonesa durante las décadas de 1940 y 1950 de Susanna Tavera, la reconstrucción del papel jugado por el Consultorio de Elena Francis a través de la correspondencia con sus oyentes de Armand Balsebre y Rosario Fontova (2018) o nuestro recientemente publicado trabajo sobre la relación entre las mujeres españolas y Radio Nacional de España durante el segundo franquismo (Pérez Martínez, 2020).
Todos estos trabajos tratan, de una forma u otra, de uno o varios de los siguientes pilares de la relación entre las mujeres y la radiodifusión: la labor profesional de las mujeres dentro de las emisoras; los programas femeninos y las representaciones de la feminidad puestas en circulación a través de ellos y, finalmente, el papel de las mujeres como audiencia de esos mismos productos mediáticos.
Sobre el primer elemento, cabe señalar que las mujeres formaron parte de las emisoras radiofónicas desde el principio. En algunos países hubo que superar reticencias y debates sobre lo apropiado del timbre de la voz femenina para la tecnología disponible en la década de 1920, pero pronto aparecieron las primeras locutoras.
Una profesión moderna que permitió a muchas mujeres desarrollar una carrera profesional que en condiciones normales les habría sido negada. Pensemos, por ejemplo, en las restricciones al empleo femenino impuestas por la dictadura franquista y en cómo, pese a ellas, hubo mujeres, como Sara Salgado o Maruja Molina, con largas e importantes trayectorias en el medio.
Es posible encontrar, incluso, casos excepcionales como el de Julita Calleja que, contradiciendo la ideología del régimen, llegó a tener cargos de responsabilidad tanto en la Cadena SER como en Radio Nacional de España, a lo largo de una carrera profesional que abarcó de los años treinta hasta los años ochenta. Las actrices radiofónicas, como Juana Ginzo, por ejemplo, fueron otras de las grandes partícipes en los paisajes sonoros de varias generaciones de españolas.
Pese a que gracias a estas posibilidades profesionales las mujeres pudieron, a través de las ondas, sortear la separación de esferas pública/privada, siguió existiendo una clara división del trabajo por géneros dentro de la radiodifusión. Es notable la existencia de un marcado techo de cristal: el número de mujeres en puestos de dirección fue siempre muy bajo y, sin embargo, constituyeron históricamente el grueso de los cuerpos administrativos.
Los programas femeninos y su papel como elementos clave en la producción y proyección de roles de género –la función de tecnología de género de la radio, que diría Teresa De Lauretis–, han sido, probablemente, otro de los elementos más estudiados.
Hemos de señalar la paradoja que suponen los trabajos de este tipo pues cuanto más atrás fijamos la vista, más difícil es poder acceder a registros sonoros de estos espacios por lo que, habitualmente, estos se sustentan en el análisis de guiones o de las revistas que publicaban las distintas emisoras.
La existencia de espacios dedicados exclusivamente a la mujer, así solían ser publicitados, se retrotrae a los primeros días de existencia del medio y fueron varios los formatos radiofónicos que se emplearon a lo largo de los años para interpelar a esa “comunidad imaginada” de oyentes que constituyeron todas aquellas mujeres atadas a sus hogares por las labores reproductivas.
En el caso de España los consultorios fueron los programas que más destacaron y de entre todos ellos el Consultorio para la mujer de Elena Francis ha pasado a ocupar un lugar casi mitológico en el imaginario colectivo de generaciones de españolas. Las definiciones de la correcta feminidad, de la perfecta ama de casa en los años del franquismo, llegaban a una importante audiencia que solía compatibilizar la escucha de este tipo de programa con “sus labores”.
Acercarse a la evolución de los discursos de este tipo de programas permite tomar el pulso a los distintos momentos históricos y ver los posibles avances, o no, que se iban produciendo en materia de igualdad a través de las modificaciones que incorporaban en sus distintas representaciones de género. Algo que podemos observar, por ejemplo, en las tensiones que se producen durante los años sesenta entre las emisoras comerciales como Radio Madrid y Radio Barcelona y RNE. Sin romper con el marco ideológico del régimen, las emisoras de la SER impulsaron la incorporación de las mujeres al consumo de masas con discursos modernos y frescos, mientras que desde la emisora estatal los programas femeninos intentaban negociar con esa corriente extranjerizante para mantener la preeminencia de los valores tradicionales de la perfecta ama de casa.
Para el tercero de los pilares, disponiendo de los datos es posible reconstruir tanto los gustos de las mujeres radioescuchas como la materialidad de sus prácticas de consumo: los horarios, el tipo de receptor empleado, etc. Podemos, por ejemplo, medir, o intuir, el impacto que tuvo la democratización de los aparatos portátiles de transistores, que permitieron que hubiese más de un receptor por hogar, multiplicando los consumos mediáticos y rompiendo con el tradicional dominio de los cabezas de familia a la hora de seleccionar los programas.
Atender a los gustos radiofónicos de las mujeres en un momento histórico concreto arroja, también, luz sobre sus dinámicas sociales. Si recuperamos la tensión a la que hacíamos mención más arriba, la existente durante el segundo franquismo entre las emisoras públicas y privadas, y nos acercamos a los datos que dan las distintas encuestas de audiencia que existen –como los Estudios Generales de Medios o las del Instituto de Opinión Pública– la evidencia es clara: las mujeres españolas no escuchaban la radio estatal. Cabe pensar que su preferencia por los más actuales discursos y formatos de la SER podía ser un silencioso rechazo al anquilosado discurso de género de la dictadura, una suerte de resistencia silenciosa.
Hecho este breve recorrido por el estado y las potencialidades de la historia de las mujeres en la radio, queda señalar que nos encontramos ante un campo de estudio interdisciplinar que, en total acuerdo con Kate Lacey, abre nuevas ventanas a la indagación del pasado. En el caso de la historia de España algunas de estas vías serían recuperar las memorias y trayectorias de las protagonistas radiofónicas de la Transición, analizar el papel de las mujeres en las radios alternativas, libres y comunitarias, o acercarnos al papel que hayan podido tener en el fenómeno de la radioafición, por ejemplo. Ejercicios todos ellos que nos permitirían recuperar voces de mujeres ocuparon la esfera pública, que produjeron representaciones de género –normativas o disidentes– y que de diversas formas se apropiaron de una tecnología que les permitió establecer puentes y conectar con otras mujeres.
Referencias: José Emilio Pérez Martínez Sorbonne Université
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