El 26 de abril de 1937. la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana bombardearon la localidad vasca de Guernica, provocando centenares de muertos.
Los aviones han caído sin piedad sobre la villa, cuna de los vascos, y crecen las sospechas de que escuadrones alemanes estén detrás de la tragedia
27 de abril de 1937. El infierno cayó ayer sobre Gernika. La villa símbolo de los vascos ardió por los cuatro costados, como ha podido comprobar en persona este corresponsal. La destrucción ha sido total y cientos, quizás miles, de personas han muerto o desaparecido.
Aún es pronto para evaluar la magnitud de la masacre, pero está claro que el impacto psicológico será brutal y puede ser determinante en una guerra en la que el Gobierno de Euskadi ha permanecido leal en todo momento a la República.
Con los rescoldos aún calientes, quedan muchas preguntas sin respuesta para poder explicar un ataque que ha roto las reglas de cualquier guerra moderna. ¿Quién? ¿Por qué? ¿Con qué objetivo? ¿Para qué? En el aire flotan las sospechas (se dice que se han hallado carcasas de bombas de la aviación alemana y que algunos cazas llevaban distintivos de la aviación de Hitler) y también una certeza: Gernika ha sido el primer bombardeo sistemático contra una población civil de la historia. Se había oído hablar de las atrocidades cometidas desde el aire por los italianos en Abisinia, pero esto supera con creces cualquier desastre conocido.
El ataque comenzó sobre las cuatro y media de la tarde. A esa hora, el pueblo bullía de actividad. El mercado daba sus últimos coletazos y había varios partidos de pelota programados, pese a que el delegado del Gobierno había pedido por la radio a la población que se quedara en casa. No fue el caso. Gernika estaba atestada de vecinos, refugiados y gente de los pueblos vecinos.
El zumbido de los motores rompió la tensa calma de la retaguardia. Los primeros aviones llegaron por el oeste. Las campanas de la iglesia de San Juan comenzaron a tañir anunciando el inicio de la lluvia de fuego y metralla. La gente corrió despavorida. Sonaron las primeras explosiones. Y cayeron los primeros muertos.
Uno de los primeros que ha podido ser identificado ha sido Tomás Arrien Ispizua, ebanista de profesión. Por la mañana estaba "feliz" en el mercado, "porque había cobrado unos trabajos que le debían desde hacía tiempo", relató uno de sus allegados. Al parecer, salió del refugio antiaéreo donde había buscado cobijo al percatarse de que su casa, con el dinero que había percibido, estaba ardiendo.
Descalzos e indefensos
Tras la primera oleada llegaron más aviones. La población huía hacia el cerro de Lumo, en una carrera entre la vida y la muerte. El olor a quemado era insoportable. Pero no sólo cayeron bombas sobre Gernika. Los pilotos comenzaron a ametrallar a los civiles, sobre todo en las campas de Santa Lucía. Les ametrallaban sin piedad, una pasada tras otra. Algunas de las víctimas de esta barbarie iban descalzas. Habían perdido sus zapatos y estaban totalmente indefensas.
El bombardeo se prolongó hasta las siete menos cuarto. Entonces los habitantes de la villa y supervivientes que andaban desperdigados por el monte se reunieron en grupos, especialmente numeroso fue el que subió a la colina de Lumo. Juntos y horrorizados vieron arder la villa durante horas. Sus casas, vidas y sueños han quedado arrasadas. Sólo el roble de la Casa de Juntas ha resultado ileso. También las fábricas de armas de Astra, que se supone iban a ser el objetivo de cualquier ataque.
Muchos vecinos habían tachado de alarmistas a los soldados que habían llegado, en días precedentes, del frente buscando refugio, y que relataban historias de venganzas y ajusticiamientos sumarísimos. La percepción general era que Franco no se iba a atrever a atacar la villa, por su simbolismo para el pueblo vasco. Nada más lejos de la realidad.
Gernika llora hoy una tragedia e ignominia sin precedentes en la historia de la Humanidad.
Commentaires