Cuando pintó El juicio final en la Capilla Sixtina, Miguel Ángel llenó los cielos de desnudos masculinos. Algunos de ellos entrelazan sus cuerpos musculosos y se besan expresando su amor de forma abierta y orgullosa. Miguel Ángel era homosexual y amaba el cuerpo masculino, el cuerpo perfecto a sus ojos, y durante treinta años mantuvo una apasionada relación con Tommaso Cavalieri, joven discípulo en cuyas cartas juraba: “Jamás he amado a un hombre más de lo que lo amo a usted”. Pero aunque defendía que su amor por los hombres era un amor platónico, no dudó en dejar constancia en el gran templo del catolicismo, el Vaticano.
Cuando se mostraron por primera vez las pinturas, fue acusado de hacer que la Capilla Sixtina pareciera una sauna gay. Los críticos no iban desencaminados, según la historiadora del arte Elena Lazzarini, autora de un libro, Desnudo, arte y decoro. Variaciones estéticas en los tratados del arte del Cinquecento (2011), en el que asegura que el pintor se inspiró en las escenas que presenció en los baños públicos que funcionaban como centros de operaciones de chaperos y prostitutas.
En busca de inspiración, el pintor frecuentaba los baños públicos donde acudían chaperos y prostitutas
Estos burdeles, las stufa, fueron originariamente locales similares a los baños turcos, donde además, de saunas de vapor, masajes y tratamientos médicos básicos con sanguijuelas, se realizaban tratamientos de cirugía menor. Poco a poco derivaron en espacios donde se ejercía la prostitución, tanto masculina como femenina, y eran frecuentados por pintores en busca de inspiración. Miguel Ángel, entre ellos. “Las figuras que descienden al infierno y ascienden al cielo están inspiradas en los trabajadores manuales y porteadores, hombres viriles y musculosos, que conoció en sus visitas a los baños y que le sirvieron para definir el físico ideal”, sostiene.
“El maestro de ceremonias del Papa en ese momento dijo que la pintura no era una obra propia para una capilla sino para una casa de baños o una taberna, y acertó”. Lazzarini se refiere a Biaggio de Cesena, de quien Miguel Ángel se vengó poniendo su rostro a Minos, el rey del Infierno, desnudo, con orejas de burro y el pene en la boca de una serpiente.
Cinco años después de su inauguración, el Papa Pío V ordenó tapar las nalgas de los personajes que habitan el gigantesco fresco de 180 metros. Designó para ello a Daniele da Volterra, quien por este trabajo pasó a ser conocido con el sobrenombre de Maestro Braghettone (Maestro Calzones). Censuras posteriores sobrepusieron a los desnudos originales hasta un total de 38 pañales.
Estuvieron tapando las vergüenzas hasta el año 1994, cuando, tras un largo debate, se decretó la caída de bragas y calzones. Todos menos los llamados “de autor”, esto es, los pintados por Da Volterra, que los ejecutó con total pericia, usando una técnica que imposibilita su eliminación.
Fuente: www.lavanguardia.com/cultura
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