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Foto del escritorAndrés Cifuentes

La relación de amor y odio de Napoleón y Beethoven

En 1805, Viena cayó en manos francesas. Beethoven, aunque furioso por la situación, no podía evitar sentir admiración por el emperador que había orquestado


En 1809, cuando Napoleón estaba en la cúspide de su poder, Austria y Gran Bretaña formaron la llamada Quinta Coalición y declararon la guerra al emperador francés. Lo que siguió fue una repetición de los acontecimientos de 1805: mientras las tropas francesas se aproximaban a Viena, el emperador austríaco y su corte abandonaron la ciudad, dejando al archiduque Maximiliano con la misión de defender la capital. Bastó un bombardeo nocturno –que no produjo daños materiales pero sí sembró el pánico entre la población– para doblegar la resistencia. El 13 de mayo Viena caía en manos de los franceses, que se quedaron allí varios meses.


Beethoven permaneció todo ese tiempo en Viena. Como hicieron otros vieneses, la noche del bombardeo buscó refugio en un sótano, en casa de su hermano Karl, tapándose los oídos con cojines. Ciertamente, el estado de guerra no le complacía. "¡Qué vida llena de trastornos a mi alrededor! Nada más que tambores, cañones, miseria humana de toda especie". Sufrió las exigencias económicas del ocupante, al que debía abonar un tercio del alquiler en concepto de requisa.

"¡Qué vida llena de trastornos! Nada más que tambores, cañones, miseria humana...", dijo Beethoven durante el bombardeo de Viena
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Pese a ello, el compositor no parecía resentido contra su héroe, convertido ahora en conquistador de su ciudad adoptiva. Así lo recoge al menos un francés aficionado a la música alemana, el barón de Trémont, que fue a visitarlo a su casa. Le abrió la puerta el propio Beethoven, que entonces vivía sin criado. Pese a mostrarse inicialmente enfurruñado, el compositor simpatizó enseguida con el visitante y lo recibió en varias ocasiones más, en las que hablaron –en una mezcla de francés y alemán– de toda suerte de temas literarios y artísticos, y también del emperador francés. "Napoleón preocupaba íntimamente a Beethoven –escribió más tarde Trémont– y habló mucho de él conmigo. Pese a todo su mal humor, pude darme cuenta de que admiraba al emperador y el modo en que había ascendido desde una posición tan baja".


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