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  • Foto del escritorAndrés Cifuentes

Napoleón III

Actualizado: 14 mar 2021


Napoleón III

Luis Napoleón Bonaparte nació en París el 20-IV-1808, tercer hijo de Luis Bonaparte, hermano de Napoleón, a la sazón rey de Holanda, y Hortensia de Beauharnais. Su niñez transcurrió en Francia, hasta que, después de Waterlóo, siguió a su madre en el destierro del castillo de Arenenberg, en Suiza (desde 1817). Tuvo buenos profesores privados, tanto en el campo de las ciencias y las letras como en el de la instrucción militar, y, además, completó sus estudios en el instituto de Augsburgo. A los veinte años se caracterizaba por su espíritu liberal, su culto a su gran tío y su odio a la paz de 1815.


Al estallar el movimiento revolucionario de 1830, entró en contacto con los carbonarios y preparó un alzamiento en la Romaña contra el Papa. La intentona fracasó (1831), y afortunadamente su madre intervino a tiempo para librarle del poder de los austríacos. Luis Felipe le concedió permiso para residir en París; pero se lo anuló cuando Luis Napoleón empezó a intrigar con los republicanos. En 1831 regresó a Arenenberg. Después de la muerte del duque de Reichstadt en 1832, se consideró como depositario de los derechos de su familia y dedicó su actividad a reivindicarlos. En 1836 preparó un levantamiento en la guarnición de Estrasburgo. El intento fracasó de modo casi ridículo (28 de octubre) El príncipe tuvo que huir a los Estados Unidos.


Cuando regresó a Suiza, sus familiares le esperaron convencidos de su desaliento. Pero aquel empedernido soñador conservaba la más absoluta confianza en su estrella. El gobierno de Luis Felipe, inquieto por las conspiraciones de aquel extraño adversario, obró como si quisiera favorecerle. Así, persiguió sin motivos a los partidarios de las glorias napoleónicas. Luis Napoleón abandonó voluntariamente Suiza (1838) y se estableció en Londres. Desde aquí dirigió la conspiración de Bolonia, que constituyó un nuevo fracaso (1840). Capturado por la policía (6 de octubre) y condenado a cárcel perpetua, pasó seis años en la fortaleza de Ham, donde se dedicó a los estudios históricos y militares. El 25-V-1846 huyó a Londres, donde fue recibido con cierta satisfacción.


Al triunfar la revolución de 1848 ofreció sus servicios al gobierno provisional de la República, el cual los rechazó. Sus partidarios le hicieron elegir diputado por cuatro departamentos. Convalidada esta elección, pasó a Francia, donde se presentó como salvador para los elementos conservadores, que odiaban el régimen republicano; para campesinos que recordaban las glorias de Napoleón; y para la burguesía que conocía sus antecedentes liberales.


Este cúmulo de circunstancias determinó su sorprendente triunfo en las elecciones para la presidencia de la República frente al republicano Cavaignac. El 10-XII-1848 fue elegido por 5.434.226 votos. Desde este momento Napoleón aspiró al poder absoluto. Maniobrando con gran habilidad que recordaba sus tiempos de conspirador, desacreditó la Asamblea Legislativa y la opuso a las masas obreras y campesinas; por otra parte, se atrajo a los católicos interviniendo en favor del papa Pío IX en los asuntos italianos (1849). Cuando juzgó oportuno el momento, dio un golpe de estado contra la Asamblea —aprovechando que esta rehusaba conceder el sufragio universal—. El 2-XII-1851 la disolvió, y se hizo dueño de Francia. El país ratificó su política, le eligió presidente por diez años (22 de diciembre siguiente), y un año más tarde, aceptó el restablecimiento del Imperio en su persona (2-XII-1852).


Desde esta fecha, la personalidad de Napoleón III pertenece a la Historia general. La ideología que aplicó desde el gobierno fue la de agrupar el país en un gran partido nacional, al servicio de la dinastía y de la dignidad y la gloria internacional del Estado. Orden, restauración, trabajo y prestigio fueron sus consignas, que los franceses siguieron con unanimidad casi perfecta hasta 1856. El éxito de la Guerra de Crimea (1855). Liquidado en la Conferencia de París de 1856, señala el verdadero vértice del régimen.


Pero más tarde, su intervención en la guerra de Austria al lado del Piamonte (1859), a pesar de los éxitos militares y de dar a Francia dos nuevos departamentos (Saboya y Niza), le suscitó la oposición de los católicos. Entonces procuró atraerse a los elementos liberales. Poco a poco el Segundo Imperio fue adoptando formas menos personalistas. Esta evolución se efectuó al compás de los fracasos internacionales: en particular, la derrota de Austria a manos de Prusia (1866) y la infortunada expedición a Méjico (1867).


Sus errores políticos aislaron diplomáticamente a Francia. Cuando Prusia se lanzó a la guerra de 1870, se observaron a la luz del día los defectos del régimen napoleónico. El propio emperador fue hecho prisionero en Sedán el 2-IX-1870. Depuesto en París el 4-IX, se refugió en Inglaterra, en cuyo país residió hasta su muerte, acaecida el 9-I-1873 en Chislehurst, cerca de Londres.


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