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Foto del escritorAndrés Cifuentes

Los Decretos de Nueva Planta: El final de la Corona de Aragón (II)


La transformación del Reino de España con los Borbones acabó con la Corona de Aragón, con sus siete siglos de historia y su carácter confederal. Cuando la Corona de Aragón perdió su identidad política: Los Decretos de Nueva Planta


Tras su victoria en la Guerra de Sucesión (1701 – 1713), Felipe V transformó el sistema político del Reino de España en base a dos objetivos: reforzar el absolutismo y edificar un estado centralista al estilo francés. Los Decretos de Nueva Planta establecieron como alcanzarlos.


Desde el inicio de la unión dinástica de los reinos de España, los Reyes Católicos, a pesar de configurar una monarquía autoritaria, respetaron la identidad territorial y política de los diferentes reinos peninsulares. Lo hicieron a través de lo que se conoce como política pactista que continuó durante el gobierno de los Austrias. Aragón y sus diferentes reinos, Castilla, Navarra, los señoríos vascongados y Portugal cuando estuvo bajo los Austrias, conservaron sus particularismos, sus fueros, sus derechos, sus instituciones, su fiscalidad. La unión de los reinos de España era dinástica, no política. Godoy, primer ministro de Felipe IV, fracasó en el intento de convencer a éste de reunir bajo un mismo aparato político los diferentes reinos peninsulares.


Literalmente le comentó que dejase de ser rey de Castilla, de Aragón, Portugal, conde de Barcelona… para ser una única cosa: rey de España. La llegada de los Borbones supuso un cambio absoluto en esta política territorial. El historiador Ricardo García Cárcel lo expresa muy bien. Frente a la “España horizontal” de los Austrias, de carácter federal, entendida como una unión libre de entidades políticas y construida en un sentimiento nacional basado en la pluralidad; triunfó la “España vertical” de los Borbones, de carácter centralista, con epicentro político en Castilla y edificada en un sentimiento nacional homogéneo. Felipe V conocía la importancia de los fueros en España, y hacia 1700, en las Cortes aragonesas y catalanas, reconoció que respetaría los fueros.


En Valencia no se presentó. Ambas cortes les reconocieron como rey, pero la sociedad de la Corona de Aragón no querían un rey francés y hostigó a sus virreyes filipistas hasta expulsarlos con la entrada de los aliados. Cuando derogó los fueros de Valencia, volvió a reunirse con las Cortes catalanas para aclarar que en Cataluña no pasará lo de Valencia. La agitación social por la defensa de los fueros, que provocó que el archiduque tomara los territorios de la Corona de Aragón, no fue olvidada por Felipe V. En este rencor se encuentra el motivo de la perdida de la identidad política de lo reinos de Aragón. Felipe V trató a la Corona de Aragón como un territorio conquistado al que había que castigar, y justificó por este motivo la enajenación de sus derechos territoriales y políticos. Esta visión no está alejada de la realidad si atendemos que por su fidelidad a la causa filipista en la Guerra de Sucesión, Navarra y las provincias vascas conservaron sus particularismos históricos.

Intendencias en el XVIII. Los inicios del provincialismo español.

Los Decretos de Nueva Planta tenían como objetivo organizar España desde el absolutismo y el centralismo, eliminando la política pactista de los Austrias. Los sucesivos decretos que recibieron Valencia, Aragón, Cataluña y Mallorca tuvieron como consecuencia:

  • La eliminación de sus fueros, sus Cortes, sus Diputaciones e instituciones municipales. Salvo Valencia, los demás reinos sólo conservaron su derecho civil. Se respetaron las lenguas propias de cada territorio, aunque el castellano gozaba de mayor prestigio y reforzamiento político.

  • La instauración del Sistema del Real Acuerdo como instituciones de los antiguos reinos de Aragón. Estaba compuesto por un capitán general, elegido por el rey como jefe militar y político; y una Audiencia con magistrados afines a los Borbones.

  • La eliminación del “privilegio de extranjería”. Fue una medida con el propósito de permitir personalidades políticas castellanas en Aragón. En menor medida sucedió al revés, aragoneses en instituciones ubicadas en Castillas.

  • La aparición en las principales ciudades de figuras castellanas como el regidor vitalicio y los corregidores de carácter militar.

  • La supresión de las aduanas entre Castilla y Aragón.

  • El desarrollo de las intendencias. En un principio el intendente tenía como objetivo controlar el sistema financiero y hacendístico de España.

  • Cambios en el sistema fiscal y tributario de los territorios de Aragón, basándose en aprovechar los ingresos tradicionales de la corona, los de los derechos aduaneros y establecer nuevos impuestos con el objetivo de equilibrar la carga fiscal de Aragón a la de Castilla.

  • Las Cortes de Castilla pasaron a denominarse Cortes de Castilla y Aragón. Procuradores aragoneses se trasladaron a Castilla para tratar los asuntos generales del Reino de España. Unas cortes más vacías de poder que con los Austrias.

Como conclusión, fue más que evidente que los Decretos de Nueva Planta propiciaron lo que historiadores como Josep Fontana anuncian como la incorporación de Aragón a Castilla. Una castellanización de los reinos peninsulares. Aún así, historiadores como Pierre Villar exponen que no se produjo un rechazo fuerte a esta nueva situación en Aragón. Existía un sentimiento de identidad compartida con los castellanos y, además, la unión política produjo situaciones favorables para ambas sociedades, ya que Castilla se impregno del ambiente burgués y acepto el desarrollo económico de la periferia. En todo momento hay que aclarar que ni tan siquiera España existía como entidad política tras los Decretos de Nueva Planta, aunque es en estos momentos cuando empieza a vertebrarse España como Estado, siendo Castilla el epicentro de la vida política del país. Desde esta posición, y haciendo historia contrafactual, deberíamos preguntarnos que hubiese pasado si la Corona de Aragón hubiese apoyado la causa filipista y Castilla la cuestión austracista. Quizás el centro político de España en Nuestro Tiempo estaría en la periferia.



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