Corría el Siglo V antes de Cristo y las continuas guerras entre Esparta y Atenas parecían no tener fin. Más allá del interés de los líderes por no cejar hasta concluir con la victoria definitiva, la población estaba abrumada por los costos, tanto humanos como con los impuestos cada vez mayores que debían recaudarse para sostener el litigio.
En el año 411, Aristófanes estrenó la obra Lisístrata -en griego Λυσιστράτη, “la que disuelve el ejército”- en la que desarrolla un original argumento. Cansadas de la guerra permanente, las mujeres de ambas ciudades deciden llevar a cabo una huelga sexual hasta que los hombres abandonen las armas.
Quien sugiere la medida, y la encabeza, es la ateniense Lisístrata que, cansada de las constantes ausencias de su marido, propone al resto de las mujeres una estrategia original para poner fin a la Guerra del Peloponeso: hasta que los hombres no abandonen definitivamente las armas, las mujeres deberán provocarlos sexualmente, excitándolos hasta la desesperación, para luego negarse a mantener relaciones sexuales.
Vencidas las resistencias de algunas, las mujeres griegas se comprometen en un pacto que rápidamente se extiende por el resto de las polis involucradas.
Las mujeres en lucha no se limitan a la abstención sexual, sino que también toman la Acrópolis ateniense, ámbito de ejercicio de la actividad política por excelencia, e impiden la entrada de los hombres. Para los griegos, que acostumbraban descargar las tensiones acumuladas durante el combate a través de la práctica sexual, el mundo parece estallar. Con las mujeres ocupando el escenario de la Asamblea, los hombres deberán encargarse de limpiar la casa, cuidar a los hijos y autosatisfacerse.
La huelga sexual impacta muy negativamente en los combatientes, que rápidamente caen en el desgano y la desmoralización, con el resultado de que las batallas se suspenden.
Las distintas estrategias utilizadas para conseguir que las mujeres griegas depongan su actitud fracasan una tras otra. Ni las amenazas, ni la apelación a su instinto maternal, consiguen resultado alguno. Si bien algunas esposas se sensibilizan, y proponen levantar la huelga brevemente, ya que varios hombres argumentan tener inflamados los genitales, Lisístrata se niega tajantemente.
Al perder toda esperanza de defección, finalmente los griegos toman una decisión pragmática y firman la paz. De este modo, la sequía sexual concluye, y se concreta la primera victoria de las mujeres en un conflicto con los hombres.
Esta obra de Aristófanes ha sido considerada como un fuerte testimonio en favor del pacifismo, y hasta se la ha considerado como el primer texto feminista. Claro que esto último está en cuestión, ya que, una vez conseguido su objetivo, las mujeres vuelven a sufrir las condiciones de dominación precedentes, sin que propongan acción alguna para modificarlo.
Fuente: www.agencianova.com
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