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  • Foto del escritorAndrés Cifuentes

La terrible vida de los niños deshollinadores victorianos


Un deshollinador es el encargado de limpiar de restos de hollín y cenizas de las chimeneas. En las paredes de estas, con el uso, se forma una capa de creosota que impide la circulación del aire por el interior del tiro. En el Londres victoriano, el sistema de calefacción de los hogares era a base de chimeneas y una legión de deshollinadores recorría la ciudad limpiándolas y reparándolas. Como los tiros de éstas, en muchas ocasiones, eran estrechos, se curvaban o tenían entrantes y salientes y era difícil sanearlas, utilizaban niños muy pequeños como ayudantes. Los infantes solían provenir de asilos o workhouses. La vida de estos niños deshollinadores victorianos era terrible, y a pesar de que muchos parlamentarios durante décadas intentaron que se dictaran leyes contra este tipo de trabajo infantil, no consiguieron una ley hasta 1840 y realmente no se aplicó hasta 1875.

La terrible vida de los niños deshollinadores victorianos

El sistema de chimeneas actual se empezó a utilizar en el siglo XIV, pero desde finales del XVIII y durante el XIX, la edificación de casas e inmuebles con chimeneas aumentó muchísimo debido al crecimiento de la población urbana por la industrialización. Aunque desde 1803 existía en EE.UU. una máquina para deshollinar chimeneas, en Gran Bretaña se siguió utilizando, durante casi un siglo más, el sistema tradicional: un deshollinador adulto y sus «ayudantes-aprendices». Estos niños empezaban a trabajar entre los 3 o 4 años y dejaban el oficio a los 10 o 12, si conseguían sobrevivir, porque ya no cabían por los tiros de las chimeneas.



Las chimeneas más estrechas medían 23×23 cm., aunque la medida estándar solía ser 23×36 cm. El sistema de subida era propulsándose con rodillas y codos hacia arriba y hacia abajo empujando el cepillo limpiador, tal como se ve en la imagen inferior.


Ilustración de cómo trabajaban los niños deshollinadores victorianos en las chimeneas

Sus extremidades quedaban en carne viva hasta que hacían callo. Una vez cicatrizadas los movimientos en el tiro eran menos dolorosos. Solían limpiar entre 4 y 5 chimeneas cada día. Los métodos utilizados si un niño quedaba paralizado por el miedo y no quería subir más eran terroríficos: encendían un pequeño fuego de paja o azufre en la chimenea o enviaban a otro muchacho con un alfiler para que le pinchara los pies o las nalgas. Con frecuencia quedaban atascados y podían pasar horas hasta que eran rescatados con una cuerda o por otro de los aprendices. En los casos más difíciles habían que agujerear el tiro de la chimenea para poder extraerlos, vivos o muertos.



Vivían con su «maestro» que los subalimentaba para que siguieran entrando en los agujeros. Dormían todos juntos, en el suelo sobre los sacos y telas que utilizaban durante el día para recoger el hollín. El jefe tenía la obligación «moral» de proporcionarles medios para asearse al menos una vez a la semana, pero esto no ocurría nunca y lo normal es que 2 o 3 veces al año se bañasen en cualquier estanque de la ciudad. Tenían un único día de fiesta al año, el primero de mayo.


Niños deshollinadores

Los mayores peligros eran, por un lado el lamentable estado de sus pulmones tras años de respirar hollín, lo que conllevaba enfermedades respiratorias graves e incluso cáncer de pulmón. Por otro, en las subidas o bajadas era fácil resbalar y caer desde una altura considerable y herirse o morir. También ocurría con cierta frecuencia que alguien de la casa no se enteraba que se estaba deshollinando y se encendía la chimenea asfixiando al muchacho en su interior.


En 1817 se hizo un informe parlamentario hablando de las duras condiciones de vida de estos niños y en concreto se habló de las enfermedades que padecían: atrofia del crecimiento, deformaciones de columna y extremidades, pérdida de visión, ulceraciones en los ojos, contusiones y quemaduras y si llegaban a la adolescencia, muchas veces se veían afectados por un tipo concreto de cáncer, el de escroto, que sólo se daba en los deshollinadores. Sin embargo, no fue hasta 1840 que se dictó una ley de protección de los menores que trabajaban como deshollinadores, aunque nadie la cumplió hasta 1875, año en que se obligó a los deshollinadores a pasar un control policial.


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