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Foto del escritorAndrés Cifuentes

La Justicia en la antigua Grecia


«Praxíteles desnuda a Friné ante el Areópago», óleo de L. Gerome hecho en 1881

Introducción


En el contexto del sistema de justicia en la antigua Atenas una de las particularidades más notables de la democracia ateniense fue la gran participación de sus ciudadanos varones en el sistema judicial, motivados sobre todo a partir de la reforma impulsada por Pericles, según la cual había que pagar una pequeña cantidad de dinero a cada ciudadano que trabajaba como jurado.


Jurados y jueces de la justicia en la antigua Atenas


En la antigua Atenas, los tribunales populares, los llamados dicasterios, eran un elemento fundamental de la democracia. Para poder ser elegido como jurado en estos dicasterios, bastaba con ser un ciudadano ateniense de pleno derecho y mayor de treinta años. El pago diario que se hacía, equivalente a la mitad del jornal de un obrero, atraía mayoritariamente a los pobres que no tenían otra forma de ganarlo y a los ancianos retirados que veían la justicia ateniense como el mejor de los pasatiempos. En el caso de las penas, cabe destacar que la justicia en la antigua Atenas no tenía en cuenta los precedentes, de manera que cada jurado era totalmente soberano en la toma de su decisión. Como la sentencia de estos juicios era inapelable, los dicasterios atenienses eran a la vez jueces y jurados, corte suprema y pueblo.


Dependiendo del tipo de proceso y de su importancia se requería un número distinto de personas, de tal modo que lo habitual era entre 201 y 501 jurados-jueces, mientras que para asuntos de relevancia pública tenía 1501 jurados-jueces. El motivo por el que siempre se elegía un número impar de jurados en la justicia en la antigua Atenas era para impedir la posibilidad de un empate en los votos, ya que en ese caso la votación era inutilizada y el acusado era declarado absuelto. Por otra parte, el elevado número de jurados jueces tenía un objetivo doble: por un lado, obtener una buena minoría representativa de la sociedad ateniense, y por otro lado, minimizar el impacto que pudieran tener los sobornos.


Mecanismos de la justicia en la antigua Atenas


A este respecto, entre los obstáculos puestos al soborno y el chantaje de la justicia en la antigua Atenas se encontraba el complejo mecanismo de selección de los jueces por sorteo y la costumbre de elegirlos en el momento más próximo posible a la celebración del juicio. Se metían unas pequeñas planchas con el nombre de un juez en un instrumento de piedra llamado kleroterion que repartía al azar los nombres de los jueces y les asignaba a cada uno un día de actuación.


Kleroterion utilizado en el sistema de justicia ateniense conservado en la actualidad

Además, las votaciones eran secretas, A cada miembro del tribunal se le entregaban dos guijarros: uno agujereado, que representaba estar a favor de la acusación, y uno liso, que implicaba el voto a favor de la defensa. A la hora de depositar el voto, cada miembro debía echar el que deseaba que fuera computado en un recipiente de cobre, y el que deseaba descartar en otro de madera. Una vez que se dictaba una sentencia condenatoria, el acusador y la defensa proponían penas alternativas, y el jurado escogía una de las dos.


Aun así, la objetividad y neutralidad estaba lejos de ser una realidad. Por poner un ejemplo, en la antigua Atenas existía la figura de los sicofantes, personas a sueldo que se dedicaban a calumniar a otras por enemistad personal o por rivalidad política. Su trabajo consistía en comprar testigos, falsificar documentos y distorsionar la realidad para conseguir el encarcelamiento o destierro de personas inocentes.


Más allá del kleroterion había otros instrumentos que se empleaban habitualmente en los tribunales de justicia en la antigua Atenas. Por ejemplo, la clepsidra era el reloj de agua con el que se cronometraba el tiempo que duraba el proceso judicial. Se llenaba de agua hasta el borde y el líquido caía por un tubo de bronce situado en la base hasta un recipiente colocado debajo.


Clepsidra utilizada en el sistema de justicia ateniense conservada en la actualidad

Los tribunales de justicia en la antigua Atenas


De entre todos los tribunales de justicia, el más prestigioso era el Areópago, cuyos miembros se reunían en la colina de Ares, cerca de la Acrópolis, para juzgar casos de homicidio, intentos de homicidio, incendios provocados y envenenamientos. Más allá de éste, en Atenas había otras cuatro instancias judiciales encargadas de los procesos por asesinato: el tribunal del Paladión se utilizaba para los casos de homicidio sin premeditación, el Delfinion para los de homicio justificado (como los realizados en defensa propia o por descubrimiento de adulterio en el matrimonio), y el Pritaneon para los asesinados por asesinos no identificados o por animales u objetos. Por último, aquellos que ya habían sido condenados al destierro por homicidio y eran juzgados por un nuevo asesinato debían ser juzgados a bordo de un barco en la costa, para no contaminar con su presencia la tierra del Ática.


La justicia en la antigua Atenas, un espectáculo de masas


La sociedad de la antigua Atenas era amiga de pleitos, por lo que muchas veces los procesos judiciales se convertían en auténticos espectáculos de masas, tal y como satiriza Aristófanes en su comedia Las avispas (422 a.C.). De hecho, un juicio era un espectáculo público tan atractivo para la ciudadanía que se suele situar como una de las principales causas de la crisis del teatro en el siglo IV a.C.


Ostracón con el que se votó el destierro de Temistócles (National Geographic)

A diferencia de en la actualidad, la justicia en la antigua Atenas no contaba ni con fiscales ni con abogados. El juicio se desarrollaba como una lucha dialéctica cara a cara entre dos personas, la acusadora y la acusada, por ver quien hacía un mejor discurso y convencía al jurado. El día de la audiencia, los jurados entraban en el tribunal muy temprano y se acomodaban en banquetes de madera recubiertos de esteras de juncos. El presidente se sentaba en una tribuna de piedra y junto a él se sentaba un escribano, un heraldo y varios arqueros encargados de la seguridad. El que los juicios fueran un espectáculo público era posible gracias a que la mayoría se celebraban al aire libre.


A la hora señalada, se comenzaba con el sacrificio ritual de un animal (normalmente, un carnero, un cerdo o un toro) y una oración grupal. A continuación, el heraldo leía las causas que se iban a enjuiciar en la sesión, y el escriba leía la demanda del acusador y la declaración del acusado. Entonces se concedía la palabra por turno a las partes, que tenían que defenderse por sí mismos. Cada parte disponía de 20 a 48 minutos para la primera intervención, y de 8 a 12 minutos para la segunda, siendo todo medido con la clepsidra. Terminados los debates, entre los clamores populares de apoyo o desaprobación, se procedía a la votación.


Por último, el heraldo proclamaba los resultados del escrutinio y el presidente pronunciaba la inapelable sentencia, establecida por mayoría simple. En todos los casos, esta sentencia debía ser pronunciada el mismo día del juicio, y solo una «señal de los dioses«, como una tormenta repentina, un terremoto o alguna otra causa natural, podía obligar a levantar antes la sesión.


La colina del antiguo Areópago de Atenas vista desde la Acrópolis

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