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Foto del escritorAndrés Cifuentes

La desgracia de ser mujer en la Era Victoriana


Cuando leemos novelas o vemos películas que transcurren en la Era Victoriana, es fácil adivinar que tras los vestidos, los carruajes y las fiestas había una sociedad tremendamente injusta. En Supercurioso os hablamos de la terrible vida de los niños deshollinadores victorianos y en esta ocasión queremos centrarnos en el sexo femenino, en todas las esferas sociales, y su consideración. Acompáñanos a descubrir la desgracia de ser mujer en la Era Victoriana.

La desgracia de ser mujer en la Era Victoriana

La llamada Era Victoriana queda englobada entre 1837 y 1901, período en que la Reina Victoria gobernó Gran Bretaña y todo su imperio. El hecho de que fuera una mujer la que ostentara el máximo poder, en principio no significó nada en la adquisición de derechos por parte de sus congéneres; si bien es cierto que durante esa época se iniciaron muchos movimientos sociales que terminarían con la obtención de los mismos derechos para las mujeres que para los varones.


Se consideraba que las mujeres, especialmente las de la clase media, que no necesitaban trabajar para que la familia subsistiera, pertenecían a la esfera doméstica y en ella debían realizar sus labores. Los votos matrimoniales las obligaban a amar, honrar y obedecer a su marido que era el cabeza de familia. En el momento de contraer matrimonio perdían todo derecho sobre sus salarios, sus propiedades (excepto la tierra) y los rendimientos de estas. Su cuerpo y lo que este producía, ya fuera trabajo o hijos, pasaba a pertenecer a su marido. El consentimiento matrimonial daba al esposo el control total sobre su anatomía y la mujer debía entregarse al marido como éste quisiera, además de no poder quejarse si recibía maltrato físico.


Salir de un mal matrimonio era prácticamente imposible ya que socialmente el divorcio estaba muy mal visto y las causas para solicitarlo eran muy limitadas, debía soportar con resignación la violencia sexual, el control total, el abuso verbal, la crueldad e incluso las privaciones económicas.


A partir de 1839, empezaron a cambiar algo las cosas, aunque muy lentamente. Prueba de ello es que hasta 1857 no se reconoció la violencia como causa de divorcio, hasta 1870 las mujeres no pudieron disponer ellas mismas de sus salarios y hasta 1878 no se reconoció el derecho a recibir una pensión de manutención por parte del cónyuge para ella y los hijos reconocidos.


En cuanto a la educación superior, ésta era prácticamente imposible y lo único que se admitía era la asistencia a la Universidad de Queen (Harley Street) a partir de 1848 para aquellas que quisieran dedicarse a la enseñanza. Poco a poco fueron abriéndose escuelas para chicas en muchos lugares de Gran Bretaña. Hacia finales de la época victoriana, gracias a la educación que recibieron de niñas, muchas chicas pudieron acceder a empleos como cajeras, secretarias, vendedoras o mecanógrafas. En el campo de la medicina consiguieron afianzarse como enfermeras u obstetras.


Las mujeres de clase trabajadora se ocuparon en las minas, junto con los niños, hasta la promulgación de la Ley de Minas de 1848. Trabajaron en la agricultura, pero por sus bajos salarios fueron abandonando el campo y empleándose en la industria. Si estaban embarazadas trabajaban hasta el momento del parto y volvían a su puesto en cuanto podían. No fue hasta 1891 que se dictó una ley obligando a que las mujeres que habían dado a luz se tomaran 4 semanas de descanso. Esto no se cumplía nunca ya que no había remuneración durante este período y necesitaban el dinero. Para evitar que las mujeres quedara embarazadas fuera del matrimonio, se dictó una ley que las obligaba únicamente a ellas a mantener al fruto de la relación.


Un tema curioso que afectó a las mujeres británicas de esa época fue el de la actividad física. Hasta mediados del s. XIX se consideraba que la niñas y mujeres no debían practicar deportes para preservar su anatomía para la reproducción. En este sentido hubo un giro de 180º a partir del estudio más profundo de la anatomía. Pasada la mitad del siglo, los médicos aconsejaron que las chicas hicieran deporte, ya que esto fortalecía sus cuerpos preparándolos para la futura maternidad. Los deportes preferidos por las féminas de la época fueron el golf, el ciclismo, la esgrima, el hockey, el tenis y la natación. Naturalmente este tipo de actividades únicamente estaba al alcance de las clases medias y altas.


A pesar de la desgracia de ser mujer en la era victoriana, básicamente por culpa de la desigualdad que sufrieron las féminas durante esta etapa histórica, en ella se pusieron las bases para la igualdad de derechos.


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