El buque Stanbrook abandona el puerto de Alicante
¡Barcos! Barcos de papel, quisiera tener.
¡Barcos! Barcos invisibles, llegaron después… Barco de papel, el que se fue.
Para subirme el ánimo no me dibujes barcos. Que de barcos de papel, y de los invisibles, yo bien los sé.
Este es el poema que Aurora Arnáiz, miembro de la Junta Nacional de las Juventudes Socialistas Unificadas, escribió tras rememorar su llegada a Alicante cuando la guerra ya estaba perdida. En un libro que escribió desde su exilio en México relataba la ingente masa de ciudadanos que, atemorizados ante la inminente llegada de las tropas franquistas, se agolpaban en las playas y el puerto de Alicante a la espera de los barcos que el gobierno republicano había contratado para evacuar a la mayor cantidad posible de ciudadanos.
Algunos miles consiguieron salir de España, pero la inmensa mayoría de los 15.000 republicanos que esperaban angustiados la llegada de las tropas nacionales se quedaron mirando al mar sin ver más horizonte que el de su muerte o el del internamiento en el campo de concentración de “Los Almendros” o el de Albatera, donde acabarían la mayoría.
Ese mes de marzo, el día 28, un barco llamado Stanbrook sorteó los bombardeos del bando franquista para partir desde el puerto de Alicante y liberar del miedo de la represión y la muerte a 2.638 pasajeros de toda clase social y condición que pudieron escapar a bordo del carguero inglés. Se cumplen 75 años del que fue el último exilio masivo de la Guerra Civil.
Alicante, última esperanza para la huida
El día 27 de febrero, tras la toma de Cataluña y el cierre de la frontera, Francia y Reino Unido reconocieron a la Junta de Defensa de Burgos de Franco como el gobierno legítimo en España. Este suceso facilitó el desmoronamiento de los últimos reductos de resistencia republicana.
La flota salió de Cartagena rumbo a Bizerta (Túnez) el día 5 de marzo, lo que facilitó que la armada franquista bloqueara el litoral mediterráneo aunque sin impedir la evacuación de miles de republicanos en barcos como el Harionga, El África Trader o el Lezardrieux. A pesar de ello, el acuerdo al que el gobierno había llegado con la Mid Atlantic Company durante la guerra no se cumplió en esta ocasión y sus barcos no llegaron al puerto de Alicante para evacuar a los miles de ciudadanos que se agolpaban a la orilla del mar.
La compañía aludió el reconocimiento del gobierno nacional por parte del Reino Unido para no cumplir su contrato y abandonar a su suerte a los que ansiaban la llegada de los barcos para huir. Tan sólo unos pocos pudieron salir de España. Según cuenta el historiador Juan B.
Vilar el mes de marzo de 1939 fue uno de los más duros de la guerra para la población de Alicante, la miseria por el bloqueo nacional y los continuos bombardeos hicieron padecer a sus habitantes una situación parecida a la que ocurrió durante el bombardeo del Mercado de Abastos de Alicante el 25 de mayo de 1938, cuando un ataque de las tropas italianas acabó con la vida de 310 personas e hizo “que la sangre corriera como un río por la actual Rambla de Méndez Núñez hacía el puerto». Alicante era la última posibilidad de huida para miles de republicanos que acudían de todas las partes de España huyendo de las tropas nacionales.
La evacuación de los ciudadanos republicanos en Alicante acabó por convertirse en una representación de todo contra lo que los republicanos habían luchado en la guerra. Juan B. Vilar narra así la selectiva evacuación que se realizó en aquel mes de marzo de 1939.
“La evacuación era ordenada pero selectiva, por no decir arbitraria e incluso despiadada, por darse prioridad a vecinos respecto a forasteros, siempre que fueran militantes socialistas, ácratas o republicanos burgueses de izquierda, en tanto los comunistas eran excluidos, y por tanto condenados a la represión de las tropas liberadoras, que sin duda sería terrible e implacable…durante días y semanas el éxodo resultó ser muy lento, dificultado por la ausencia de embarcaciones suficientes y adecuadas. Las utilizadas eran de escasa capacidad y se contrataban mediante acuerdos privados y puntuales contra entrega de un mínimo de 500 pesetas por persona, prefiriéndose al devaluado dinero republicano el pago en especie: joyas, obras de arte y otros objetos valiosos, o productos del país (almendras, azafrán, pasas y vino sobre todo)”
Cuesta imaginar la situación de angustia y caos que se pudo vivir ese mes de marzo de 1939 en Alicante. Algunas fuentes sitúan en 75.000 las personas que vagaban por la ciudad mediterránea a la espera de un transporte que los liberara de la represión franquista. Hasta 15.000 esperaban en el puerto de Alicante y las playas la llegada de su salvación. El pánico y la desesperación de las gentes queda patente al contabilizarse durante los días 28 de marzo y posteriores más de 50 suicidios de quienes no soportaron la angustia.
La llegada a puerto de Alicante del Stanbrook y el Maritime los días previos a ese 28 de marzo aportó una luz de esperanza a los republicanos que se hacinaban en el puerto de Alicante. Sin embargo, el Maritime tan sólo acogió a una veintena de cargos y autoridades republicanas. Sólo el Stanbrook dio una oportunidad a algunos de los más de 15.000 refugiados. Después de su partida las tropas italianas primero, y las fuerzas del general franquista Saliquet después, tomarían Alicante y reprimirían a los que hubieran soportado la desesperación y no hubieran acabado con su propia vida, con los disparos suicidas que se oían entre el silencio de la angustia de los que no pudieron escapar.
Archibald Dickson, un héroe olvidado
El Stanbrook era un pequeño navío de carga de 1382 toneladas brutas con una eslora de 230 pies (70,1 metros) y una manga de 54 pies (16,45 metros). Sólo disponía de alojamiento para su tripulación, unas 24 personas y capacidad para no más de 100. El Capitán Archibald Dickson tenía orden de trasladar a Orán un cargamento de naranjas, azafrán y tabaco desde el puerto de Alicante donde los refugiados esperaban escapar, cuando el capitán llegó al puerto recibió la petición de trasladar a las que aguardaban el exilio. Tenían el pasaporte en orden y serían recibidos sin problema en el puerto de Mazalquivir en Orán, según las autoridades republicanas. En una carta que el capitán del Stanbrook envió al Sunday Dispatch de Londres en los días posteriores a la llegada a Orán mostraba la heroicidad humilde del capitán Dickson. Explicaba así la terrible situación con la que se encontró al comenzar el embarque.
“Al poco tiempo [de recibir la petición de embarque] los refugiados comenzaron a subir a bordo de una manera ordenada y sus pasaportes eran inspeccionados por los Funcionarios de Aduanas. Eran las 9.0 pm y por lo tanto bastante oscuro. Después de que, entre 800 y 900 refugiados hubiesen subido a bordo, por alguna razón u otra los guardias y Funcionarios de Aduanas en el muelle aparentemente perdieron el control de la pasarela, de tal manera que quedo atascada con una masa forcejeante de personas, que incluía a algunos de los guardias y Funcionarios de Aduanas que en ese momento habían decidido unirse al tropel de refugiados, tirando sus armas y equipo para unirse a la estampida por subir a bordo. Viendo esta súbita avalancha de gente estuve casi inclinado a dejar caer la pasarela y alejar mi nave del muelle, pero dándome cuenta de que si hacía esto por lo menos 100 personas o más caerían al agua decidí, desde un punto de vista humanitario, dejarlos subir a todos a bordo, ya que sabía que sería solo una cuestión de 20 horas llegar a Orán donde podrían desembarcar a tierra. El número de refugiados embarcados hacía prácticamente imposible que nadie pudiese moverse en la cubierta del buque, ya que las escotillas de las bodegas se habían abierto preparadas para introducir el cargamento y consecuentemente los refugiados solo podía estar a su alrededor sobre la cubierta. A pesar de mis llamamientos, no pude conseguir que los refugiados bajasen a las bodegas haciendo de esa manera más sitio, aunque más tarde unos pocos bajaron dejando un poco más de sitio, pero sus lugares eran ocupados inmediatamente por más gente que subía a bordo. Eventualmente, sobre la 10.30 p.m. los últimos de los refugiados estaban a bordo, y yo ya hacía tiempo que había abandonado toda esperanza de subir cualquier cargamento a bordo”.
Finalmente, el capitán Dickson embarcó a 2.638 ciudadanos de toda clase social y condición, según la lista de tripulantes que se conserva. El trayecto de 20 horas del Stanbrook desde Alicante hasta Orán fue calamitoso. El barco tenía tremendas dificultades para mantener equilibrada la quilla debido a la numerosa gente que se encontraba en la cubierta y que se desplazaba de un lado a otro del Stanbrook cada vez que avistaba un barco por el temor a que fuera de la flota franquista y que quisieran hundirlos o retenerlos. A su llegada a Orán el Stanbrook no tenía permiso para acceder al puerto y tuvo que esperar otra noche más en la bahía anexa para conseguir autorización. El capitán bajó a tierra e intentó negociar un permiso para que los refugiados desembarcaran, tan sólo lo consiguió para algunas mujeres y niños.
La odisea en Orán.
Las negociaciones de Dickson no lograron que la mayoría de los refugiados pudieran poner pie en territorio francés. Las autoridades de Orán no aceptaron a más personas aludiendo cuestiones de saturación de sus recursos, alojamiento, alimentación y atención sanitaria.
Aunque en la decisión traslucía una cuestión ideológica. El Gobierno francés temía la llegada de miles de comunistas a un territorio ocupado como Orán, donde los musulmanes y autóctonos todavía no habían sido asimilados. París temía la influencia emancipadora de los refugiados republicanos. Así pues, las mujeres, niños, enfermos y ancianos fueron recluidos en campos, como el del Centro nº1, denominación que se le dio a la antigua cárcel, o el de Ain-Le-Turk. Mientras, los hombres permanecieron hacinados en la cubierta del Stanbrook en condiciones infrahumanas. Así narra las condiciones en las que se encontraban el historiador Juan B. Vilar:
“Sin apenas agua y comida, severamente racionadas (una rebanada de pan por persona y una lata de arenques, sardinas o paté para cada cuatro era el menú diario), enfermos no pocos de ellos y sin medicinas, eran además presa de los parásitos, y hacinados hasta extremos de promiscuidad inconcebible. Baste decir que para ir a los dos únicos retretes existentes en el buque había que guardar colas de más de un día.”
A partir de la segunda semana de hacinamiento en el buque se autorizó un desembarco gradual por cuestiones sanitarias. El día 27 de abril, cuando se realizó una desinfección del buque, todavía mantenía a más de 1.500 refugiados en el Stanbrook. Poco a poco los republicanos fueron desembarcando y se les internó en los campos de concentración de Morand y Suzzoni. Algunos consiguieron embarcar para Francia o México. La mayoría vivió mucho tiempo en las terribles condiciones de los campos de internamiento franceses en Argelia.
El capitán Archibald Dickson falleció cuando un submarino alemán hundió el Stanbrook el 18 de noviembre de 1939. Los supervivientes, entre las 2.638 personas que pudieron huir de la represión franquista gracias a su valor, lloraron su muerte desde los diferentes puntos del mundo que su hazaña les permitió alcanzar.
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