Gibraltar, 4 de agosto de 1704. Asedio de las fuerzas navales de la alianza internacional austriacista sobre la plaza borbónica de Gibraltar. A primera hora de la jornada, el regimiento de infantería de marina catalanovalenciano del capitán Joan Baptista Basset, formado por 300 efectivos, asaltaba el flanco este del peñón y se convertía en el primer contingente aliado que tocaba tierra. Desde entonces, aquel lugar ha sido llamado Catalan Bay (la bahía de los Catalanes). Algunos de aquellos infantes de marina se quedaron en Gibraltar (se estima que un centenar) y se convirtieron en los pioneros de la comunidad catalanohablante de Gibraltar. Una comunidad que, en el transcurso del siglo XVIII y primer cuarto del siglo XIX, crecería con nuevas aportaciones y adquiriría un peso cualitativo muy importante en la vida cultural, social y económica del Peñón.
El primer establecimiento catalán
Durante el asedio austriacista de Gibraltar (1 a 4 de agosto de 1704), se produjo la huida de la población civil castellana del Peñón, que acabaría engrosando la masa demográfica de ciudades de los alrededores (Algeciras) o, incluso, impulsaría la creación de nuevas plazas (La Línea, San Roque). Después de la conquista austriacista, no quedó ningún vestigio de la anterior presencia castellana y la nueva sociedad gibraltareña —cuando menos, la de los años del conflicto sucesorio hispánico (1704-1715)— se nutrió con elementos originarios de Inglaterra, de los Países Bajos, de Catalunya y del País Valencià. Las fuentes documentales revelan que los catalanes y los valencianos fueron la menestralía pionera, pero, también, ocuparon cargos destacados: posteriormente a la conquista, el primer alcaide del puerto de Gibraltar fue Josep Corrons, de Caldes de Montbui (Vallès Oriental).
La inmigración menorquina
El 11 de abril de 1713 (casi nueve años después de la conquista aliada de Gibraltar), los representantes diplomáticos de Felipe V —el primer Borbón hispánico— firmaban el Tratado de Utrecht, que pretendía la desintegración de la alianza internacional austriacista y que consagraba la soberanía británica sobre Gibraltar y sobre Menorca. A partir de Utrecht, la corona británica consolidó la posesión del Peñón, e impulsó el crecimiento de una sociedad civil que tenía que alimentar materialmente y complementar socialmente la guarnición militar. Y es en este punto donde aparece el segundo contingente catalanohablante de Gibraltar: la inmigración menorquina. Las calles y las plazas del puerto de Gibraltar se llenaron de obradores de carpinteros, de herreros, de carpinteros de ribera, de maestros de obra, de sastres e —incluso— de relojeros procedentes de Menorca.
¿Por qué de Menorca?
La etapa británica de Menorca (1707-1801) representaría la época de oro de la historia moderna de la isla. La nueva administración británica creó nuevas infraestructuras e impulsó el comercio y la cultura. Menorca fue integrada en el pujante mundo británico y, durante aquella etapa, los menorquines tuvieron su cuota de participación en los proyectos expansivos de Londres. La corriente migratoria que, durante el siglo XVIII, condujo a centenares de menorquines al Peñón se explica por la pertenencia de Gibraltar y Menorca al mismo mundo político y económico. Los menorquines —procedentes, principalmente, de Maó y de sus alrededores— se sumaron a los pioneros de Basset (los que habían arraigado en el Peñón después de la conquista de 1704) y las fuentes documentales revelan una intensa relación, a través de matrimonios, que multiplicaría la comunidad catalanohablante de Gibraltar.
Los clérigos catalanohablantes de Gibraltar
Otra comunidad importante que después de Utrecht (1713) llegó a Gibraltar fue la de los genoveses. La entonces república independiente de Génova no formaba parte del mundo británico, sin embargo, estaba plenamente integrada en la órbita de los intereses políticos y económicos de las potencias atlánticas sobre Gran Bretaña. Con la llegada y el establecimiento de los genoveses, la confesión mayoritaria de la sociedad del Peñón pasaría, de nuevo, a ser la católica. Pero reveladoramente, el personal religioso de Santa María la Coronada, la parroquia católica de Gibraltar, no sería provista por el obispado de Cádiz, sino que, por razones obvias, se nutriría de vicarios y de rectores procedentes de Menorca, territorio británico. Durante el siglo XVIII, dos tercios del personal religioso de la parroquia católica de Gibraltar fueron catalanohablantes originarios de Menorca.
El catalán en Santa María la Coronada
La conquista aliada de Gibraltar coincidiría con la progresiva reintroducción del latín en la liturgia católica. En Santa María la Coronada (actualmente Cathedral of St. Mary the Crowned), la liturgia se ofició en latín, pero, en cambio, las bancadas del templo fueron una babel de lenguas: inglés, ligur, catalán y, también, el castellano que reintrodujo la pequeña comunidad andaluza que dio el arriesgado paso del retorno después de Utrecht (1713). Y esta pintoresca pluralidad inspiraría algunos detalles que resultan muy reveladores: el dietario personal del rector parroquial Francesc Mesa, menorquín, está escrito en castellano. Pero, en cambio, cuando se refiere a su "rebaño de almas" los identifica claramente en función de su lengua: los hablantes ingleses, catalanes y ligures son británicos, pero, en cambio, los castellanohablantes son "españoles".
La comunidad catalanohablante de Gibraltar
En el transcurso de la centuria de 1700, la comunidad catalanohablante de Gibraltar creció en masa y en influencia. Si bien es cierto que nunca representaron más del 10% de la población del Peñón (unos 300 catalanohablantes sobre un total de 3.000 habitantes), también lo es que tuvieron un gran peso en la vida social y económica de Gibraltar. Y, por lo tanto, en aquel contexto de aislamiento geográfico y de constante amenaza militar, contribuyeron poderosamente a la consolidación del dominio británico de Gibraltar. Las fuentes revelan que, a partir de Utrecht (1713), el principal sector económico del Peñón fue el corso (una forma legal y tolerada de piratería), que en Gibraltar conocería su máxima expresión con los Scarnicci, una estirpe de patrones de barca de Ciutadella, originarios de Nápoles, que habían arraigado en Gibraltar. Un miembro de esta estirpe, Jaume, sería almirante de Portugal.
El catalán de Gibraltar
Durante la centuria de 1700, el catalán fue la lengua de la comunidad de origen catalán, menorquín y valenciano. Durante generaciones, la lengua catalana se transmitió, en buena parte, por la cultura de enlaces matrimoniales entre los miembros de aquella comunidad. Un ejemplo sería la familia, perfectamente documentada, que formaron Miquel Riera —de Sabadell— y Tecla Portas —des Castell—, y un testimonio sería la gran cantidad de lápidas grabadas con apellidos catalanes en el cementerio de Gibraltar. Durante el siglo XVIII, el catalán fue una lengua viva en las calles y en las plazas del Peñón, y fue, muy probablemente, la lengua de los negocios en el puerto de Gibraltar. Una lengua, muy probablemente, con los mismos giros que el catalán actual de Menorca. Una lengua que, en la actualidad, si bien ha desaparecido, ha quedado en la memoria a través de la antroponimia (los apellidos) y de la toponimia (los nombres de sitios).
Fuente: www.elnacional.cat/es/cultura
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