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  • Foto del escritorAndrés Cifuentes

Madame Pompadour, la amante del Rey

Cuentan las crónicas que con tan sólo 9 años, su madre la llevó a una vidente gitana. La vidente miró a la niña, cogió sus manos, y sin titubear le dijo “querida niña, reinarás en el corazón de un Rey”.


Acertó de pleno, porque reinó sobre el corazón del Borbón Luis XV, y junto a él levanto un sueño, un palacio maravilloso, Versalles. Impulsora del Rococó, del Neoclásico, y lo más importante, gracias a ella se publicó La Enciclopedia.


Voltaire, su gran protegido, adoró a Madame Pompadour, y aunque en La Enciclopedia se apostaba por el raciocinio de los humanos, se decía que los reyes no tenían procedencia divina, consiguió gracias a su valedora publicarla en 1752. Nacía la Ilustración, el siglo de las Luces.


Jeanne-Antoinette Poisson nació en 1721, y la situación familiar era difícil y complicada. El padre había sido acusado y condenado por estafa, y su hermosa madre, para poder sobrevivir, se aferró a muchísimos amantes. Y gracias al dinero que recibía de sus amantes, fue dando a su pequeña la mejor educación de la época. La joven era hermosa, con una figura envidiable, y la madre pensaba “quién sabe, a lo mejor algún día el Rey de Francia se fija en ella”.


En 1741 se casó a la edad de 20 años con el sobrino de un amante de su madre, Carlos Guillermo Le Normant de Tournehem. Tuvo una niña, Alexandrina, con la que se volcó mientras conservaba secretamente la ambición de conquistar algún día el corazón del rey… y llegamos al año de 1745. Jeanne-Antoinette tiene 24 hermosísimos años, la amante oficial del rey ha fallecido hace pocas fechas, y este, ha organizado un baile de disfraces al que acudirán todas las bellezas de París con el anhelo de convertirse en su amante.


El pequeño problema era que para ser amante oficial de Luis XV había que ser obligatoriamente “noble”, no podía ser ni “burguesa” ni “del pueblo”. Para coqueteos, amantes fugaces, revolcones de última hora podía servir cualquiera, pero para amante oficial no. Y ese requisito no lo cumplía Jeanne-Antoinette, solo contaba con su melena rubia, con sus ojos azules y con su brillantez intelectual. Llegado el baile, nuestra protagonista se presenta disfrazada, y en un momento dado del baile empiezan los rumores, los cuchicheos, “parece que se acerca el Rey”. La confusión fue colosal, porque el rey se presentó disfrazado acompañado de otros 7 hombres vestidos de igual manera. Su disfraz era de árbol (ay, que complicado era el siglo XVIII). Pues aquí tenemos a los 8 “árboles” (que parecían un bosque) avanzando por la sala de Baile. Las mocitas desesperadas se preguntaban “¿Cuál de los 8 árboles será Luis XV?”. Seguro que más de uno esa noche “ligó” gracias a tener un disfraz de árbol.


Pero había un “árbol” un poquito más alto que los otros 7, y con la voz más rotunda, más autoritaria, más borbónica; y la futura Madame Pompadour se fijó en ese “árbol”. Se acercó, revoloteó, coqueteo, y finalmente se quitó la máscara. El Rey quedó prendado de esos ojos azules, pero había un pequeño inconveniente, Jean-Antoinette estaba casada y con una niña. Como os podéis imaginar, esto no supuso ningún problema para él, y esa misma noche coquetearon y algo más.


A las pocas semanas, su marido recibió una notificación de palacio, ofreciéndole una fuerte suma de dinero e invitándole a irse de París, porque Jean-Antoinette se iba a quedar a vivir en Versalles. Este, algo triste, pero con el bolsillo lleno tuvo que huir de París, y su mujer entraba en la Historia. Era la amante oficial de Luis XV. Muchos nobles pusieron el grito en el cielo “pero por Dios, ¿como puede ser la amante del Rey, si es burguesa, del populacho?”. Como resolver el problema, pensó el Rey. Muy sencillo, compró el marquesado de Pompadour y se lo dio a su amante oficial. Asunto zanjado.

Ya solo quedaba el paso de ratificarla en la Corte, pero debía pasar por el visto bueno de la Reina María. La flamante Duquesa de Pompadour se presenta en la sala donde se estaba recibiendo a los nuevos nobles, y la Reina (inteligente como pocas) miró fijamente a Jean-Antoinette y conversó un buen rato con esta. Cuando se fue, la Reina miro a sus sirvientas y les dijo “si mi marido ha de tener una amante, prefiero que sea ella”. Madame Pompadour había conquistado también el corazón de la Reina Maria.


Y así, los tres, vivieron felices durante algún tiempo, y Versalles comenzó a embellecerse. El Rey era un hombre aburrido, rodeado siempre de una corte de “pelotas” y “aduladores”. Madame Pompadour le cambió el concepto de vida. Organizó cenas con personas ilustradas (Voltaire entre ellos), con burgueses que le hablaban de nuevas ideas. Cambio también el concepto de las fiestas. En los bosques aledaños a Versalles se celebraban fiestas en las que “aparecían” gnomos, hadas, duendes…, todos disfrazados para que el Rey se divirtiera. También organizó Conciertos de Música (era una amante del Arte). El Rey estaba encantado con todo esto y muy agradecido a ella. Era algo “frígida” pero su brillantez e inteligencia lo suplía todo.


Los intelectuales de la época estaban “encantados” con ella. Era el acceso a Luis XV para conseguir becas y mecenazgos, pero los parisinos no estaban tan contentos, porque en ese tiempo existía mucha hambruna en Francia, y miles de personas morían a consecuencia de ello, y le echaban mucha culpa a Madame Pompadour. Incluso un Ministro le dijo al Rey “hay dinero para las fiestas, pero no para construir barcos…”. Luis XV era un derrochador, y vivía de espaldas a su pueblo. Nuestra protagonista no lo ignoraba, pero sabía que debía mantener contento a su amante.


El amor carnal duró muy poco, apenas 5 años. Ella contrajo tuberculosis y su hija murió por una peritonitis. Quedó muy triste, había perdido a su niña y ya no gozaba de las preferencias del Rey, que fue acomodando a otras bellas jóvenes en su lecho; aunque seguía confiando en ella y todo lo que ocurría en Francia pasaba por las manos de Madame Pompadour. La actual residencia del presidente francés fue un palacio que el Rey la regaló.


Fue denostada, insultada, humillada por el pueblo francés que le echaba la culpa de todos los males que asolaban Francia. Ella, muy triste, muy afectada por la tuberculosis (la sufrió durante 14 años), con la belleza perdida, aunque se maquillara constantemente para evitar que el Rey la viera “fea”, murió en Versalles el 15 de abril de 1764. Sus enemigos sugirieron que había que quitar una “S” del apellido y llamarla simplemente Poison (veneno). Ese día había una tormenta tremenda en París. Antes de morir solicitó que no se celebrara ninguna ceremonia, que la enterraran en un Convento de Agustinos, y le devolvió al Rey el palacio y las joyas que este le había regalado.

El Rey miró la marcha del ataúd desde una ventana de palacio, y se limitó a decir “En verdad digo que la Marquesa ha elegido un mal día para marcharse…”.


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