LAS RAZONES NEUROLÓGICAS DEL HECHIZADO
Discapacitado físico, desfigurado, mentalmente retrasado, impotente, jefe de la Casa de Austria, Rey de España, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, duque de Milán, soberano de los Países Bajos, conde de Borgoña y soberano del Imperio Español de ultramar, desde México a las Filipinas. Este era Carlos II, el último eslabón de la dinastía hispánica de los Habsburgo y, en definitiva, regente de los destinos de nuestro país entre 1665 y 1700.
La razón detrás de su lamentable estado de salud llevó a sus contemporáneos a bautizarle como 'El Hechizado', ya que se pensaba que el joven hijo de Felipe IV había sido víctima de un acto de brujería. A partir de entonces, numerosos médicos e investigadores a lo largo de los siglos han especulado qué enfermedad pudo causar todos esos síntomas.
La consanguinidad cargó su escopeta genética, pero ¿qué enfermedad o enfermedades la dispararon exactamente? Ahora, un nuevo estudio científico realizado en Rumanía ofrece una explicación nunca oída hasta el momento.
"Cabeza cubierta de costras"
La 'Gaceta de Madrid', precursor del Boletín Oficial del Estado, anunció de esta manera el nacimiento del anhelado príncipe: "Un robusto varón, de hermosísimas facciones, cabeza proporcionada, pelo negro y algo abultado de carnes". Como verán, ya por entonces existían las 'fake news', pero en aquella época analógica el 'fact-checking' lo tuvo que hacer Jacques Sanguin, un enviado francés al que Luis XIV envió a Madrid para salir de dudas sobre el sexo del bebé, ya que tanto la corte de París como la de Viena estaban extremadamente interesados en este detalle.
"El príncipe parece extremadamente débil, ambas mejillas tienen una erupción de tipo herpético, la cabeza está cubierta de costras y debajo de la oreja derecha se ha formado un tipo de drenaje supurante", escribió Sanguin. "Hemos oído hablar de esto a través de otros canales, ya que el gorro que el niño usa generalmente evita ver esta área".
Aquella fue la primera señal preocupante, aunque aún tuvieron que pasar dos matrimonios infructuosos —con María Luisa de Orleans y Mariana de Neoburgo— que dejaron en evidencia la infertilidad del monarca para que saltaran todas las alarmas. Desde la muerte de Carlos II a la temprana edad de 38 años, las posibles explicaciones a sus problemas han mantenido ocupados a los investigadores.
Se ha barajado el hermafroditismo verdadero XX, el síndrome X frágil, la acidosis tubular renal distal o una deficiencia de la hormona pituitaria como causas. Incluso el célebre Gregorio Marañón quiso sumarse a esta quiniela, apostando por un diagnóstico de panhipopituitarismo con progeria, pero la tesis que hasta ahora parece más sólida era que el monarca padecía un síndrome de Klinefelter.
Una nueva teoría
Uno de los últimos intentos, del chileno Jaime Cerda en 2008, apuntaba incluso a una "enterocolitis crónica, consecutiva a la generalización de un proceso tuberculoso".
Pero ahora, un estudio publicado el pasado 21 de mayo en 'European Neurology' por un grupo de investigadores rumanos e italianos ofrece una teoría novedosa al respecto: "Sugerimos que los síntomas y signos de Carlos, tales como la macrocefalia, crecimiento tardío y desarrollo mental, así como los frecuentes episodios de vómitos y crisis epilépticas que sufrió en su infancia estaban relacionados con la hidrocefalia", explican Mihaela Turliuc, Andrei Cucu y el resto de su equipo en el Departamento de Neurocirugía de la Universidad de Iasi.
La teoría de que nuestro antiguo monarca tenía un exceso de líquido cefalorraquídeo en la cocorota se sustenta, en primer lugar, sobre aquel herpes documentado por Sanguin. "Creemos que esa infección herpética no debería ser ignorada, mucho más dado que estas pueden causar hidrocefalia", dicen estos investigadores.
La segunda prueba procede de la necropsia que se realizó tras su fallecimiento: "No tenía ni una sola gota de sangre en el cuerpo, su corazón tenía el tamaño de un grano de pimienta, los pulmones corroídos. Los intestinos putrefactos y gangrenados. Tenia un solo testículo negro como el carbón y la cabeza llena de agua", o mejor dicho, "fluido cerebro-espinal, como en la hidrocefalia".
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