La literatura española como un fenómeno organizado, vertebrado y prolífico nació, por así decirlo, en el Siglo de Oro. Quevedo fue, junto a Luis de Góngora, el mayor representante lírico de la etapa final del mismo, recogiendo así la influencia renacentista de Garcilaso o la herencia mística de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Acoplando esos elementos y arribando al barroco que nacía en Italia, la obra de Quevedo alcanzó verdaderas cotas de genialidad estilística. Irreverente, ácido y polémico, transitó todos los géneros literarios y no literarios, construyendo uno de las más versátiles y revolucionarios corpus literarios de nuestra historia.
Francisco de Quevedo fue un escritor español, perteneciente al Siglo de Oro de las letras de nuestro país.
Nació el 14 de septiembre de 1580 en Madrid bajo el nombre de Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos. Murió en Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, el 8 de septiembre de 1645.
SUS ORÍGENES
Francisco de Quevedo nació en el seno de una familia bien posicionada. Tanto su padre como su madre trabajaban en la corte, por lo que desde bien pequeño se relacionó con las altas esferas.
Su padre, Pedro Gómez de Quevedo, era el secretario de la hermana del rey Felipe II, María de Austria. Su madre, María de Santibáñez, formaba parte de las damas de la reina.
Se cree que estos primeros años de la infancia los pasó en soledad debido a su cojera y a su miopía. Más tarde estudió en el Colegio Imperial de los jesuitas de Madrid, donde pasó sus primeros años de formación.
En torno a 1596, Francisco de Quevedo estudió Teología en la Universidad de Alcalá de Henares, aunque no llegó a ordenarse. En 1601, siguiendo a la corte, se trasladó a Valladolid.
RIVALIDAD CON LUIS DE GÓNGORA
Fue en la capital pucelana donde se cree que empezó la rivalidad entre Quevedo y Góngora, dos de los máximos exponentes de la literatura del Siglo de Oro español.
Posiblemente, las hostilidades entre ellos empezaron cuando Francisco de Quevedo empezó a imitar, en tono burlón, los poemas del cordobés. Góngora, ya era un poeta consagrado por entonces y no pudo tolerar semejante humillación. Desenfundó su pluma y rápido contestó al madrileño.
Entre versos, los poetas comenzaron su particular batalla. La enemistad entre ambos nos dejó creaciones de tono satírico como el burlesco soneto A una nariz o A un hombre de gran nariz, que se piensa que Quevedo escribió refiriéndose al de Córdoba.
Se cree que la mala relación fue más allá de la pluma. Se cuenta que Quevedo compró la casa en la que vivía Góngora para poder cobrarle un alquiler. Además, según continua la leyenda, el de Madrid llegó a desahuciarle.
RELACIONES DIPLOMÁTICAS
En 1606, Quevedo volvió a seguir a la corte. Esta vez fue a parar de nuevo a Madrid. Poco tiempo después inició su relación con el Duque de Osuna, con el que llevaría a cabo diferentes actividades diplomáticas.
En 1616 entró en la Orden de Santiago como caballero.
Al poco tiempo, fue acusado de participar en la conjura de Venecia alentado por el Duque de Osuna. Ambos cayeron en desgracia y el escritor fue desterrado en Torre de Juan Abad, Ciudad Real, en 1620. Un año después fue encarcelado en Uclés.
Tiempo después, Francisco de Quevedo fue liberado y formó parte del círculo cercano del conde-duque de Olivares, valido del rey Felipe IV. Sin embargo, durante su etapa con él, Quevedo también pasó por el destierro.
ÚLTIMOS AÑOS Y FALLECIMIENTO
En 1639 se le interceptó una misiva donde hablaba de una conspiración con Francia. Inmediatamente después fue encarcelado en San Marcos de León.
Salió de prisión en 1643, con la salud mermada por las duras condiciones en las que había vivido encerrado. Por decisión propia se traslada has Villanueva de los Infantes, donde murió el 8 de septiembre de 1645.
SU OBRA
De carácter agrio y amargado, Francisco de Quevedo fue uno de los grandes escritores de la literatura del llamado Siglo de Oro. Haciendo gala de la versatilidad de su pluma, Quevedo fue conocido por su prosa y por su verso.
Las primeras obras por las que destacó el escritor fueron por sus sátiras. Una de ellas fue la novela picaresca La vida del Buscón llamado don Pablos (1603). En esta novela, puede que la más célebre de su producción, se ve a un Quevedo brillante en el dominio del lenguaje. Tan incisivo como burlón, el tono de El Buscón dejó patente que era muy complicado que el escritor tuviera un rival a la altura.
En 1634, un Quevedo más maduro escribió La cuna y la sepultura, una obra de carácter moral y filosófico, donde se vio la influencia de uno de los clásicos: Séneca.
Mención especial es la poesía del escritor. Igual que hiciera con la prosa, su producción poética está plagada de toques pícaros, burlescos y sátiros. Muchas de sus poesías, incluso tienen un carácter caricaturesco, como el ya nombrado soneto A una nariz.
No faltaron poemas con tintes moralistas y políticos. A medida que el literato maduraba, su obra lo hacía con él. Su obra poética fue publicada, casi en su totalidad, de manera póstuma.
Francisco de Quevedo ha pasado a la Historia como un personaje de carácter severo. Poco se sabe de su vida amorosa más allá de un matrimonio que fracasó. Sin embargo, de su pluma salió uno de los sonetos de amor más célebres de la literatura española: Amor constante más allá de la muerte.
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