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Foto del escritorAndrés Cifuentes

Cuadro de Francisco Pradilla Ortiz



Lavanderas en el río

1913

  • Acuarela y gouache sobre papel 26 x 43,5 cm CTB.1995.63

  • Colección Carmen Thyssen-Bornemisza

Fechada en Madrid en 1913, esta bellísima acuarela es un espléndido ejemplo de la maestría absoluta alcanzada por Pradilla en esta técnica artística, que le permitía aún mayor fluidez expresiva que en sus cuadros al óleo.


Obra de plena madurez del artista, representa un bullicioso grupo de lavanderas que acuden con sus tablas y sus hatos de ropa a las mansas aguas de un riachuelo para hacer la colada. En lugar de permanecer en la orilla, las mujeres se introducen en el lecho del río, utilizando unas curiosas tablas con patas que les permiten faenar en pie en vez de arrodilladas. A lo largo de la ribera pueden verse otras muchachas que descansan o extienden su ropa ya limpia en el suelo, mientras dos de ellas bailan al son de los violines que tocan dos músicos.


A pesar de ser conocido fundamentalmente como uno de los más grandes maestros españoles de la pintura de historia, en la producción de Pradilla ocupan una parcela muy importante sus escenas costumbristas, casi siempre con gran cantidad de figuras, y por lo general dedicadas a faenas colectivas, como mercados, vendimias, recolecciones y otras tareas de carácter más o menos rural, captadas siempre con una asombrosa capacidad en la ambientación atmosférica de los paisajes al aire libre, que fue una de las grandes especialidades del artista, y que queda bien de manifiesto en esta acuarela.


En efecto, el celaje desgarrado, cubierto de nubes, su reflejo en las aguas tranquilas del riachuelo y los infinitos matices del verdor campestre, están resueltos con una factura ligera y diluida, de transparencias superpuestas que difuminan los contornos, en contraste con la precisión de las figuras, captadas en muy diversos movimientos y actitudes, y de modelado mucho más rotundo y perfiles marcados, pudiendo observarse incluso en algunas de ellas los trazos del lápiz.


Todo ello es testimonio del realismo preciosista atento al detalle en que Pradilla formó su personalidad artística, producto de una extraordinaria agudeza visual y una especial capacidad de observación, además de unas excelentes dotes para la pintura, y que llegaría incluso a conocerse en su tiempo como «estilo Pradilla».


A pesar de estar datada en Madrid, parece tratarse de una estampa gallega, tomada seguramente por Pradilla en apuntes del natural y luego elaborada en su estudio.


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