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Foto del escritorAndrés Cifuentes

AMADO NERVO(1870-1919)

Actualizado: 8 dic 2020

Los mejores datos sobre los orígenes y formación cultural de

Amado Nervo, se encuentran en dos de sus breves autobiografías

escritas en España. Dice en una de ellas:

"Nací en Tepic, pequeña ciudad de la costa del Pacífico, el 27 de agosto de 1870.

Mi apellido es Ruiz de Nervo; mi padre lo modificó, encogiéndolo.


Se llamaba Amado y me dio su nombre. Resulté, pues, Amado Nervo,

y, esto que parecía seudónimo -así lo creyeron muchos en América-,

y que en todo caso era raro, me valió quizá no poco para mi fortuna

literaria. ¡Quién sabe cuál habría sido mi suerte con el Ruiz de


Nervo ancestral, o si me hubiera llamado Pérez y Pérez".

En su otra confesión autobiográfica, casi desconocida, dice más

aún:


"Soy descendiente de una vieja familia española que se

estableció en San Blas a principios del siglo pasado. Hice mi

instrucción primaria en las modestas escuelas de mi ciudad natal;

muerto mi padre cuando yo tenía nueve años, mi madre me envió a

un Colegio de Padres Romanos, al de Jacona, en Michoacán, que

entonces gozaba de cierta fama. En este colegio y después en

el seminario de Zamora, Michoacán, hice mis estudios preparatorios,

empezando, naturalmente, por el latín. Quise seguir la carrera de

abogado y estudié dos años, pero el quebrantamiento rápido de la

herencia paterna me obligó a volver a Tepic a ponerme al frente

de lo poco que nos quedaba y a trabajar para ayudar a mi

familia, que era numerosa. Después, buscando mejor destino,

marché a Mazatlán, donde escribí en el Correo de la Tarde

mis primeros artículos. Más tarde me dirigí a la Capital (en 1894)

y ahí con los esfuerzos y penalidades consiguientes, logré abrirme

camino".


Con frecuencia se refieren sus biógrafos a estas penalidades, entre

las que mencionan que tuvo que lucrar el pan de "estanquillero" y

hasta de "tablajero" en el Rastro, y quizás a ello alude el mismo

Nervo cuando asegura que el escritor "vive regularmente o de un

empleo, o de algo más prosaico; a veces es tendero, a veces

carnicero, a veces "coyote" y a veces, muy raras... negociante

en grande". Mayores aún fueron sus penas morales, como la pérdida

de su hermano Luis -comerciante ocasional y asimismo poeta-,

quien, sin la fortaleza de Amado, desertó de la vida en plena lucha.

Años después consignará en sus Apuntes para un libro que no escribiré

nunca, estas palabras: "Yo he visto el rayo verde, que

trae ventura. Lo vimos en una playa mazatleca mi hermano

y yo, una tarde de julio. Mi hermano se suicidó y yo... etcétera".


Escribió en EL Mundo Ilustrado, El Nacional, El Mundo, EL Imparcial

y en las mejores revistas literarias. Fue copiosa su producción

y variada: cuentos, semblanzas, artículos humorísticos, reseñas

teatrales, crítica de libros, artículos dialogados, crónicas, etc.

Y, además, muchos versos. Los que leyó ante el sepulcro de Manuel

Gutiérrez Nájera, en el primer aniversario de su muerte,

merecieron el aplauso unánime de los poetas y señalaron el punto

de partida de su ascensión lírica.


Pero, en realidad, su nombre comenzó a difundirse en 1895 con la

publicación de su primer libro, que no fue una colección poética,

sino una novela corta: El Bachiller. "Por lo audaz e imprevisto de

su forma -dice Nervo-, y especialmente de su desenlace, ocasionó

en América tal escándalo, que me sirvió grandemente para que me

conocieran". Juzgada a la distancia de los años, queda como una

buena obra inicial que refleja mucho del ambiente zamorano y de

sus propias vivencias de seminarista.


Místicas fue su primer libro de versos publicado (1898), si bien

no el primero que escribió, pues tal prioridad corresponde a

Perlas Negras -obra de adolescencia- que salió a luz en el mismo

año. Místicas le situó desde luego entre los poetas jóvenes de

más claro porvenir: allí aparecía diferente a los demás y sin

competidores en la poesía religiosa, que en este libro sonaba de

una manera insólita y refinada.


Después de El Bachiller publicó su atrayente narración fantasista

titulada El Donador de Almas. Ambas novelitas, juntas con Pascual

Aguilera -obra primeriza- formaron el volumen impreso en Barcelona

con el título de Otras Vidas. En esta época comienza a manifestar

sus conocimientos astronómicos en que fue iniciado por Luis G. León.

En 1899 se representó en el Teatro Principal una zarzuela

suya, Consuelo, con la que pretendía ensayarse en otro género

literario y trabajar por al advenimiento de un arte racional.


No insistió en estos propósitos.

Como todos los poetas finiseculares, amaba a París y pudo conocerlo

en 1900. Fue enviado como corresponsal de El Mundo; pero, no obstante

que Nervo cumplía eficazmente con su encargo y de que a los lectores

les parecían muy bellas sus correspondencias –"de México me dicen

que dicen que se ha desàrrollado mucho mi talento en París"-, pronto

fue despedido en forma inopinada por el gerente de la empresa.

Y volvió a encontrarse con la pobreza, pero también se encontró

con el amor; con el grande amor "para toda la vida"; es decir,

con Ana Cecilia Luisa Dailliez, la dulce mujer que fue su compañera

durante más de diez años- "encontrada en el camino de la vida el 31

de agosto de 1901. Perdida (¿para siempre?), el 7 de enero de 1912"-

y cuya muerte le causó "la amputación más dolorosa de sí mismo".

Fruto de este dolor fue un libro de versos muy leído: La Amada Inmóvil.


En París conoció a Verlaine, a Moreas, a Wilde, etc., y fue amigo de

los escritores y poetas hispanoamericanos que residían o pasaban por

aquella Lutecia que tanto encandiló a la generación de los modernistas.

Allí selló su amistad con Rubén Darío; amistad sin quebrantos ni

recelos, excepcional entre los grandes artistas y justamente calificada

de ejemplar. En París publicó la versión francesa de El Bachiller

-con el título de Orígene- y una obra poética, Poemas, que había de

extender su celebridad en los países de habla española. Uno de estos

poemas, La Hermana Agua, cuenta entre sus mayores aciertos.

Ya de regreso en México (1902), publicó su bello libro de prosa y

verso llamado El Exodo y Las Flores del Camino y colaboró asiduamente

en la Revista Moderna, compartiendo después su dirección con Jesús

E. Valenzuela. En el mismo año publicó Lira Heroica. Merced a los

sufragios del grupo modernista, en 1903 alcanzó el triunfo de

primacía entre los poetas mexicanos. De 1902 a 1905 trabajó

nuevamente en El Mundo, El Imparcial y El Mundo Ilustrado.


Sacó a luz otro libro de versos: Los Jardines Interiores,

que es el mismo que había comenzado a preparar con el título de

Savia Enferma. En esa misma época obtuvo, por oposición, el cargo

de profesor de lengua castellana en la Escuela Nacional Preparatoria.

En 1905 ingresó en el servicio diplomático con la categoría de segundo

secretario adscrito a la Legación de México en Madrid. De allá enviaba

sus correspondencias a su periódico, El Mando, y a la vez escribía

jugosos informes sobre lengua y literatura para el Boletín de la

Secretaría de Instrucción Pública. Más tarde colaboró en periódicos

de Buenos Aires y La Habana. En España escribió muchos de sus mejores

libros, entre los cuales descuellan En Voz Baja, Juana de Asbaje,

Serenidad, La Amada Inmóvil, Elevación y Plenitud.


En I9I4, con motivo de los sucesos políticos de nuestro país, cesó

en su cargo de primer secretario y volvió una vez más a su bien amada

pobreza. El cariño que había sembrado inspiró a sus amigos españoles

la idea de solicitar de las Cortes una pensión para el poeta; pero

éste, con el decoro propio de su carácter, se apresuró a declinarla

gentilmente. Más tarde fue restituido en su puesto por el Gobierno

de México y, en I918, llamado para conferirle un nuevo cargo. Con

credenciales de Ministro Plenipotenciario y Enviado Plenipotenciario

ante los Gobiernos de Argentina y Uruguay, partió de México a

principios de 1919. Fue recibido en ambos países con insólitas

muestras de admiración y afecto.


Minado por sus males, tuvo fuerzas, sin embargo, para amar una vez

más; en Buenos Aires encontró -dice Alfonso Méndez Plancarte-

"su último amor humano, todo cándida limpidez y hecho por partes

iguales de admiración, piedad y ternura". Murió en Montevideo el

24 de mayo de 1919. Su retorno a la patria y sus funerales

constituyeron una verdadera apoteosis. Yacen sus restos en la

Rotonda de los Hombres Ilustres.


Tópico muy repetido por Amado Nervo en sus diversas páginas

autobiográficas, fue el de que carecía de historia. En 1895

escribía: "Semejante al rey del cuento de Juan de Dios Peza,

soy un hombre a quien jamás le sucedió cosa alguna". En su

breve autobiografía de 1906, insistía: "Mi vida ha sido muy

poco interesante: como los pueblos felices y las mujeres

honradas, yo no tengo historia", palabras que después puso

en sílabas contadas: ¿Versos autobiográficos? Ahí están mis

canciones, allí están mis poemas: yo, como las naciones

venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada, no tengo

historia: nunca me ha sucedido nada.


No obstante la afirmación, en su vida se entretejieron armoniosamente

los sucesos dignos de mención, ya adversos, ya venturosos. Escribió

muchos libros; fue combatido, pero a la vez amado y ensalzado;

fue afortunado capitán en las filas del movimiento literario más

importante que ha tenido América. Por el camino de la sinceridad,

de la sencillez y del trabajo silencioso, llegó a situaciones

brillantes. Justo es lo que dijo en su momento de plenitud:


Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.

¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!


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