Difícil cometido el de apresar en poco espacio la inmensa figura de María Zambrano, sobre la que se han escrito miles de páginas y cuya biografía guarda aún algunas incógnitas. Quien hizo de la palabra la razón de ser de su existencia ha generado en torno a ella un inagotable caudal de palabras que la interpretan, la valoran, la explican y la cuentan.
Andaluza de nacimiento, castellana de formación, española de pensamiento y europea de vocación, su historia personal lleva grabada a fuego la marca del exilio. La mayor parte de su vida la pasó fuera de España por razones políticas; pero sobre este exilio físico se impone con fuerza el sentimiento de desarraigo, de no estar en su sitio, siempre que la vida la llevaba por extraños senderos que ella no reconocía como suyos, aunque suya fuera la tierra que pisaba.
Los deseos inalcanzados, los amores imposibles y un pensamiento que se aleja de lo común para alzarse sobre bases absolutamente personales son el sustrato donde crece esa íntima rebeldía, ese desacuerdo interior que se puede confundir con el sentimiento de exilio, incluso en su propia cultura y en su propia lengua.
María Zambrano Alarcón nace en Vélez Málaga en 1904. Sus padres, Blas Zambrano y Araceli Alarcón, son maestros con plaza en esta pequeña localidad andaluza desde 1901.
En 1906 su madre obtiene una plaza en Madrid y en 1908 lo hace don Blas, de manera que este año la familia completa se reúne en la capital. Pero al año siguiente, en 1909, don Blas es nombrado maestro regente de la Escuela Pública Graduada de Maestros de Segovia, y en 1910 toda la familia se reúne en esta ciudad al conseguir doña Araceli plaza de maestra en una escuela segoviana mediante una permuta. Un año más tarde, en 1911, nace su hermana Araceli, que tan importante presencia tendrá en la vida de nuestra autora hasta el final de sus días.
En Segovia, pues, transcurre la infancia y adolescencia de María, que en 1915 ingresa en el Instituto General y Técnico. En estos años se impregna de la intensa vida intelectual y cultural que por entonces bullía en la pequeña ciudad castellana y en la que su padre tenía protagonismo destacado. Uno de los hechos más relevantes es la creación de la Universidad Popular en 1919, entre cuyos profesores figuran Blas Zambrano y Antonio Machado, recién llegado a esta ciudad como profesor de francés del Instituto General y Técnico.
En 1921 comienza sus estudios de Filosofía en la Universidad Central de Madrid. Debido a una enfermedad, lo hace como alumna libre mientras sigue residiendo en Segovia, donde asiste a conferencias de Unamuno, Marañón, María de Maeztu y Lorenzo Luzuriaga, entre otros. Ya en 1926 toda la familia se traslada a Madrid y María completa sus estudios e inicia el doctorado en 1927.
En los años que transcurren hasta la instauración de la Segunda República María vive intensamente la vida universitaria. Se afilia a la FUE (Federación Universitaria Escolar) en una línea de claro compromiso político y empieza a publicar artículos en El Liberal. En 1930 es nombrada profesora auxiliar en la Universidad Central y empieza a desarrollar su propia filosofía a partir del magisterio de Ortega y Gasset.
A partir de 1931 se implica activamente con la República, movida por la esperanza de construir una España nueva, “despertada de su sueño de siglos”, como confiesa más adelante en Delirio y destino. Participa en las Misiones Pedagógicas, imparte clases en el Instituto Escuela, dicta conferencias y publica artículos donde expresa sus ideas acerca de cuestiones sociales y políticas del momento. Así empieza a construir su personal línea de pensamiento que va a desarrollar a lo largo de su vida, así como esa particular manera de escribir en que las palabras, cuidadosamente manejadas, multiplican significados y sugerencias.
En 1930 publica su primer libro, Horizonte de liberalismo, y se suceden los artículos en Nueva España, Hoja Literaria, Revista de Occidente y Cruz y Raya. Más adelante los publica también en El Sol, Hora de España y La Vanguardia. Y sobre todo descubre a Galdós -que no era precisamente el autor más popular entre los intelectuales del momento- y en 1938 empieza a publicar una serie de reflexiones sobre su obra que recogerá posteriormente en el libro La España de Galdós.
Frecuenta los círculos artísticos y literarios más activos y mantiene amistad con muchos de los creadores más relevantes: Maruja Mallo, García Lorca, Rafael Dieste, Guillén, Bergamín… La lista sería demasiado larga, porque María está plenamente integrada en la vida cultural madrileña.
En julio de 1936 firma el Manifiesto Fundacional de la Alianza de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura. En octubre de 1938, en Barcelona, muere su padre, a quien tanto debe María en su vida y en su pensamiento.
La guerra civil y la derrota republicana significan el exilio para la escritora malagueña. Un largo peregrinar que la lleva de París a México, Cuba, Puerto Rico y de nuevo París; más tarde, Roma, La Pièce (Francia), de nuevo Roma, de nuevo La Pièce, Ginebra… Largo y doloroso exilio, gran parte del cual vive con su hermana Araceli tras la muerte de su madre en París, en 1946.
Durante todos estos años, que transcurren primero en tierras americanas y después en Europa, trabaja incansablemente. Imparte cursos y conferencias y escribe sin desfallecer ensayos, artículos y libros en los que va construyendo su pensamiento, articulado en torno al concepto clave de “razón poética” que se empezó a gestar en su juventud. Filosofía y poesía, La agonía de Europa, Hacia un saber sobre el alma, La España de Galdós, España, sueño y verdad, La tumba de Antígona, Claros del bosque y Delirio y destino son algunas de sus obras más relevantes. Los artículos, reseñas, conferencias y prólogos se cuentan por decenas y en ellos ocupa un lugar destacado la reflexión sobre la poesía, la pintura y la música, el pensamiento español y, desde luego, el exilio: “Españoles fuera de España” (1937), “Pensamiento y poesía en la vida española” (1940), “El problema de la filosofía española” (1948), “Una visita al Museo del Prado” (1955), “Carta sobre el exilio” (1961), “Un lugar de la palabra. Segovia” (1964), “Consideraciones acerca de la poesía” (1968) o “Del pensamiento” (1970) son una pequeña muestra de esta abundante obra. Escribe sobre poetas, pintores, músicos, escritores, filósofos (sobre todo Ortega y Gasset) y otros intelectuales.
Tienen que pasar casi treinta años desde su marcha para que empiecen a llegar a España los ecos de su obra, que desde mediados de los 60 se empieza a conocer y estudiar de manera lenta pero continua mientras ella permanece aún fuera de España. El reconocimiento público se manifiesta, por ejemplo, en la concesión del Premio Príncipe de Asturias en 1981, el doctorado honoris causa por la Universidad de Málaga en 1982, la celebración de jornadas de homenaje y la publicación de estudios sobre su obra.
Regresa a España en noviembre de 1984 con una salud muy deteriorada. En 1988 se le concede el Premio Cervantes, siendo la primera mujer que recibe tal galardón. Muere en Madrid el 6 de febrero de 1991 y está enterrada en su pueblo natal, Vélez Málaga, donde se encuentra también la Fundación que conserva su memoria.
María Zambrano escribe la mayor parte de su obra en el exilio. Al periodo acotado en este proyecto corresponden el primer libro publicado en España, Horizonte de liberalismo, y una serie de artículos publicados en la prensa española y en revistas especializadas.
De ellos hemos seleccionado tres que abordan temáticas bien diferentes: la mujer, la unidad de España y la universidad. Pero todos muestran, aun desde ámbitos distintos, el compromiso de María Zambrano con su realidad y la defensa de unas ideas de libertad y progreso como forjadoras de la España nueva que soñaba.
Fuente: María Victoria Sotomayor Sáez
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