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Foto del escritorAndrés Cifuentes

Johann Strauss, el emperador del vals

Durante la segunda mitad del siglo XIX, el director de orquesta y compositor Johann Strauss hijo convirtió el vals en la música de baile más popular en todo el mundo


Johann Strauss hijo hacia 1887, en un retrato obra de August Eisenmenger. Museo de Historia, Viena. Foto: DEA / Album

Johann Strauss II fue el principal exponente de la música de entretenimiento de la Viena del siglo XIX. Bajo su batuta, el vals se despojó de toda vulgaridad y adquirió distinción aristocrática, señalando el último período de esplendor de Viena y estableciendo puentes entre dos mundos aparentemente irreconciliables: la música folclórica y la música clásica.


Cronología Una vida marcada por el Danubio 1825 Johann Strauss II nace en Viena. Su padre, Johann Strauss I, trata de impedir que siga la carrera de músico. 1844 Su debut como compositor y director de orquesta en un local de Viena se salda con un rotundo éxito. 1848 Al estallar la revolución en Viena, Strauss hijo apoya a los insurrectos mientras que su padre se alinea con el emperador. 1867 Compone En el bello Danubio azul, el vals más conocido de la historia, que lo catapulta a la fama internacional. 1899 Fallece de neumonía en Viena, donde se celebra un funeral multitudinario.


El negocio del vals


A finales del siglo XVIII, el emperador ilustrado José II había favorecido la apertura de jardines, salones, clubs y cafeterías donde intercambiar ideas políticas, debatir y leer la prensa, o difundir la masonería. Una burguesía incipiente reclamaba diversiones, y la música se convirtió en un entretenimiento masivo gracias a la inauguración de salas de baile y de conciertos.


Johann Strauss padre (1804-1849) y Joseph Lanner (1801-1843) aprovecharon la circunstancia y se convirtieron en los primeros embajadores del vals, un baile originado en el siglo XVIII a partir de danzas campesinas de Alemania y Austria. Calificada en la prensa como «repugnante, desprovista de elegancia y decoro», debido a la forma pecaminosa en que los bailarines establecían contacto físico, esta danza empezaba a causar furor en Viena. Con inteligente visión comercial, Strauss y Lanner recorrieron la ciudad con su orquesta y se hicieron imprescindibles en las salas de baile, antes de que la mayor popularidad del primero provocara un enfrentamiento entre ambos.


Viena al ritmo de los Strauss


En ese ambiente nació en 1825 Johann Strauss, primogénito del compositor del mismo nombre. Johann II demostró un talento precoz para la música, pero su padre se opuso en todo momento a sus aspiraciones. Gracias al apoyo de su madre estudió música, y en 1844 consumó el desafío a su padre: tramitó la licencia para actuar en locales públicos, fundó su propia orquesta –sin apenas fondos y contratando a 24 músicos en paro– y presentó sus propias creaciones en un abarrotado Casino Dommayer, cuyo dueño era el único que no temía al carácter iracundo de Strauss padre.

Johann II demostró un talento precoz para la música, pero su padre se opuso en todo momento a sus aspiraciones.

El éxito fue completo: «Strauss padre llora lágrimas de vals», escribía un humorista. Acababa de nacer una insólita rivalidad entre padre e hijo que sería ampliamente reproducida por la prensa, haciendo las delicias del morboso público vienés. Strauss hijo lleva una actividad frenética, componiendo multitud de polcas, valses o galops y dirigiendo una orquesta con varias sucursales para afrontar los cada vez más numerosos encargos.


Las diferencias entre padre e hijo se acentuaron durante la revolución democrática de 1848: mientras que el primero, reaccionario, escribía la famosa Marcha Radetzky para celebrar la victoria del ejército imperial sobre los rebeldes italianos, el segundo se decantaba por los insurrectos y componía una Marcha de la Revolución, los Lieder de las barricadas o los Cantos de Libertad. La pugna terminó de forma abrupta en 1849, cuando Strauss padre murió a causa de la escarlatina.


Una vez aplastada la revolución, el joven Strauss trató de congraciarse con la corte imperial vienesa. Desde 1851, el músico actuó en el palacio imperial de Hoffburg, y en 1854 el emperador Francisco José lo contrató para poner música a su enlace matrimonial con la futura emperatriz Isabel de Baviera, la famosa Sissi. Asimismo, Strauss había escrito varias obras en honor al monarca, como la Marcha de júbilo por la salvación del emperador (1853), para celebrar que Francisco José I había sobrevivido a un atentado.


Una empresa familiar


El exceso de trabajo de aquella época hizo que Strauss sufriera un colapso. Entonces lo sustituyeron temporalmente en la dirección de la orquesta sus hermanos Josef y Eduard, quienes abandonaron sus respectivas carreras de ingeniero y diplomático para poner su talento musical al servicio del negocio familiar. De esta manera comenzó una colaboración fraternal que se prolongaría durante décadas, y en la que tampoco faltaron los momentos de tensión.


Cada uno de los hermanos Strauss tenía aptitudes musicales notables, aunque Johann destacaba sobre los otros. En los conciertos al aire libre, Johann, Josef y Eduard hacían un curioso juego con los espectadores, interpretando una pieza para que el público adivinara qué hermano la había compuesto. Foto: AKG / Album

En 1867 Johann se casó con la cantante Henriette Treffz; fue una unión muy positiva para Johann, algo que no se repitió en sus siguientes dos matrimonios. El apoyo incondicional de Jetty, como se la conocía cariñosamente, y su excelente olfato para los negocios abrieron numerosas oportunidades a su marido, convirtiéndose en una especie de mánager del autor que llevaba sus asuntos administrativos a la vez que revisaba sus partituras.


El encumbramiento mundial de Strauss hijo llegó en 1867 con el estreno de En el bello Danubio azul. Con el tiempo, los valses de los Strauss habían aumentado su complejidad, pasando de ser una danza simple, alegre y ligera a estructuras sinfónicas clásicas. Johann Strauss II logró que el vals fuese mucho más que una obra danzante; cuidó la línea melódica y creó secciones más contrastadas, hasta convertirlo en su tarjeta de visita.


Portada de una partitura del Danubio azul. Imagen: AKG / Album

Pero el Danubio azul tenía algo diferente. La versión original respondió al encargo de un coro masculino, para interpretarlo en el entreacto de un concierto de parodias destinado a recaudar fondos para erigir un monumento al compositor Schubert. El texto ironizaba sobre la situación de Viena tras la derrota austríaca frente a Prusia el año anterior, que había dejado una ciudad devastada cuya hambruna se ocultaba bajo bailes y carnavales. Tras el debut vienés, Strauss dirigió el Danubio azul en París con motivo de la Exposición Universal, en una versión instrumental que se ganó el favor del público y obtuvo enseguida fama internacional. En poco tiempo se vendió un millón de copias de la partitura.


En 1872, Strauss interpretó la pieza en una veintena de conciertos multitudinarios en Nueva York y Boston. En el World’s Peace Jubilee, un festival celebrado en Boston para conmemorar el fin de la guerra franco-prusiana, dirigió el Danubio azul ante cien mil personas. Provisto de una batuta luminosa, coordinaba a decenas de directores auxiliares que dirigían una descomunal orquesta formada por miles de cantantes y músicos. Un cañonazo anunció el comienzo de la obra. Tras el espantoso escándalo de los primeros compases, el compositor se concentró en tratar de que los músicos acabaran todos a la vez, algo que logró con no pocas dificultades.


La orquesta de Strauss actuó ante cien mil espectadores en Boston durante la celebración del World’s Peace Jubilee. Foto: Duncan 1890 / Getty Images

La decadencia vienesa


Animado por su esposa, Johann se decidió a componer varias operetas, piezas cómicas de argumento inverosímil semejantes a la ópera. Así, en 1874 nació El murciélago, en cuya obertura aparece uno de los valses más logrados del maestro. La opereta (que sufrió la censura) es una sarcástica crítica de la superficialidad vienesa, de los vicios de una época cuyo esplendor se evoca con tierna nostalgia en el lirismo de algunas de sus melodías, en contraste con la alegría y jocosidad de otras.


Johann Strauss II no paró de componer y dirigir sus propias obras, dando muestras de una prolífica creatividad hasta su muerte por neumonía, en 1899. Miles de vieneses asistieron a su funeral, llevando su ataúd en un recorrido que incluyó la Ópera de la Corte de Viena y las salas que daban testimonio de su exitosa trayectoria profesional y su inmensa popularidad. Por desgracia, gran parte del legado familiar desapareció cuando Eduard Strauss, celoso por el mayor talento de Josef y Johann, quemó miles de manuscritos y obras inéditas, además de los archivos completos de las orquestas.


El músico y sus admiradoras


Johann Strauss II mostró una personalidad arrolladora. Ofrecía sus servicios a los locales más lujosos y conocidos de Viena, ejerciendo su poder de persuasión para convencer a los propietarios, con lo que se aseguraba un numeroso público. Los múltiples encargos y giras aumentaban su fama y llenaban las abarrotadas arcas del ambicioso compositor. Strauss hijo era un espectáculo viviente que arrasaba con su presencia, despertando pasiones femeninas: durante la gira estadounidense se vendieron mechones de sus rizados cabellos, cortados por su esposa.


Baile en el Palacio Imperial de Viena hacia 1900. Acuarela por Wilhelm Gause. Imagen: Granger / Album

El mejor vals de la historia


El Danubio Azul muestra cómo los valses de Strauss estaban pensados para llevar al oyente (o a los bailarines) en una suerte de viaje musical. La obra se inicia con una lenta introducción en la que las trompas anuncian parte del bellísimo tema principal, un hábil recurso para crear intriga en el oyente. El tema está construido de modo ascendente, creando una tensión continua a la que es difícil no prestar atención. Strauss equilibra las repeticiones (para no olvidar los temas principales) con secciones nuevas que evitan la monotonía, y logra una orquestación en la que están presentes todas las familias de instrumentos.



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