La venda de los párpados descansa
tenue sobre los ojos; la serena
mirada es hacia dentro; la melena
cuelga sobre los hombros, suelta y mansa.
Circunda una maroma su figura
sobre los senos trémulos, desnudos;
y los pezones rígidos, agudos,
vivos arpones son en miniatura.
Aire de abdicación, de acatamiento,
de honda sensualidad su cuerpo engloba;
y en su concentración nadie le roba
la magia voluptuosa del momento.
Un hombre de mirada firme y densa
se perfila a su espalda, silencioso;
y a la vez delicado y vigoroso
con ambas manos la maroma tensa.
Estremecida y muda, esta mujer
parece el alma de un escalofrío,
pero en el interior es todo un río
volcado en cataratas de placer.
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